Rosario Ferré y Olga Nolla: ¿manuscritos reconceptualizando la nacion?

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Date: Spring 2004
Publisher: Colorado State University
Document Type: Article
Length: 6,356 words

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... if we live another century or so ... and have five hundred ayear each of us and rooms of our own; if we have the habit of freedom and the courage to write exactly what we think; if we escape a little from the common sitting-room and see human beings not always in their relation to each other but in relation to reality; and the sky, too ... if we face the fact, for it is a fact, that there is no arm to cling to, but that we go alone and that our relation is to the world of reality and not only to the world of men and women, then the opportunity will come ... Virginia Woolf A Raom of One's Own (117-18)

La novelista y crítica inglesa Virginia Woolf sugiere que si a la escritora se le proveen condiciones materiales e intelectuales similares a las del escritor, ésta podrá derribar los muros de silencio impuestos por la sociedad y completar los vacíos históricos que existen en la ficción occidental. De acatarse el consejo de Woolf, la escritora caribeña podría contribuir a que se entendiera mejor la tensión que existe, por un lado, entre la ficción y la historia; y, por otro, entre la retórica del silencio asociada a la mujer y la oratoria masculina del proyecto de nación--que frecuentemente excluye los asuntos de la mujer.

En cuanto a la retórica de la mujer, uno de los patriarcas en The House on the Lagoon de Rosario Ferré, expresa esa visión estereotípica de la ficción: "... all writers interpreted reality in their own way--and that was why Quintín preferred history to literature; literature wasn't ethical enough for him ... There was always a nucleus of truth, and it was wrong to alter it" (72). ["Quintín prefería la historia a la literatura. La literatura no era lo suficientemente ética para su gusto. Los escritores interpretaban siempre la realidad a su manera ... La verdad estaba ahí, y era inmoral tratar de cambiarlá" (88)]. (1) Quintín añade que la escritura de su esposa Isabel es inferior por ser novelística. Ésta no interpreta la historia personal como él quiere--escondiendo o alterando la verdad--sino como ella intuye que debe inscribirse en la historia de Puerto Rico: sin tapujos. Esa reinterpretación del devenir histórico del pueblo puertorriqueño a través de una visión femenina lo incomoda. ¿Por qué estas mujeres no se quedan calladas y los dejan a ellos edificar la nación a su manera?

Algo similar le ocurre al personaje de Sonia Sabater de Gómez (la autora del manuscrito en El manuscrito de Miramar de Oiga Nolla) ya que ella escribe que no quiere que nadie lo lea. El "serio" oficio de interpretar la historia recae sobre el profesor de historia caribeña que la seduce. Mas sin embargo, el hecho de escribir y preservar el manuscrito equivale a subvertir la tradición. Al María Isabel, su hija, leer y luego re-escribir muchos años más tarde el manuscrito incorporando su visión y otras voces, emprende el proyecto de reconceptualizar la nación machista y tradicional en la cual nació. Tal vez algunos piensen que no es apropiado que este proyecto de las mujeres incluya los deseos y las experiencias sexuales empleando un lenguaje erótico. Toda nación está forjada de individuos cuyas pasiones contribuyen a crearla. ¿Por qué se le impondrían limites a la expresión de las escritoras cuando no se le imponen a los escritores?

Dentro del contexto caribeño, a esta tensión, entre el pudoroso silencio que se le había impuesto a la mujer y la posibilidad de expresar sus experiencias más intimas, se le añaden las consideraciones de razas y de clases. Los escritores caribeños han asumido la responsabilidad de salvaguardar la historia del Caribe ya que la historia oficial occidental casi nunca le otorga voz a los habitantes de sus islas y más aún si son mujeres o descendientes de esclavos. Éstos comprenden la mayoria de los habitantes. Entonces, ¿será apropiado mantener al margen y en silencio a tanta gente si se trata de establecer identidades nacionales? Antonio Benítez Rojo, en The Repeating Island: The Caribbean and the Postmodern Perspective, ofrece un comentario dentro del contexto de su visión posmoderna del Caribe. Este mar se halla marcado por la peor de las máquinas, la de la Plantación cuyos barracones, leyes y castigos mantienen a un gran número de personas subyugadas. Según Benítez Rojo,

   the singular feature of this machine is that it produced no fewer
   than ten million African slaves and thousands of coolies ... All
   this, however, is not all: the plantation machines turned out
   mercantile capitalism, industrial capitalism ... African
   underdevelopment ... Caribbean population ... they produced
   imperialista, wars, colonial blocs, rebellions, repressions, sugar
   islands, runaway slave settlements, air and naval bases, revolutions
   of all sorts, and even a "free associated state" next to an unfree
   socialist state. (9)

La gran maquinaria económica tiene repercusiones sociales y políticas en todo el Caribe. Creó una diversidad de razas, economías y sistemas políticos. ¿Por qué no también visiones alternativas en cuanto a los géneros? Es también responsable de una rica y variada literatura la que a su vez refleja el sincretismo de las culturas que contribuyeron a crearla, aunque no siempre se incorporen las voces de las mujeres.

Don Enrique Suárez Castillo, el profesor de Historia del Caribe en la novela de Nolla, lo resume a su manera: "todas las islas eran de alguna manera una sola isla, en la medida en que la estructura económica fundante de todas por igual era la hacienda de caña de azúcar y la sociedad esclavista que la hizo posible" (112). (2) Sin embargo, se debe tener en cuenta que esto lo postula el personaje más machista y seductor del texto, quien abusa de su autoridad académica para conquistar a las estudiantes. Por lo tanto, él no alude al papel de la mujer dentro de esa historia económica. Tampoco lo hace Benítez Rojo. Es como si la labor femenina no existiera. En realidad, a menudo las contribuciones al trabajo doméstico o a la crianza de niños, entre otras, no se puede cuantificar fácilmente y, entonces, se descartan los esfuerzos de la mujer. Sus logros se hallan escondidos tras muros de un sistema masculinizante que sólo aprecia el trabajo cuyos resultados son públicos, visibles y se pueden cuantificar. Tanto el personaje real (Benítez Rojo) como el de ficción (don Enrique), mantienen "opaco" o silenciado el papel que en esa historia caribeña juega la mujer.

La premisa de las dos novelas [The House on the Lagoon (1995) de Rosario Ferré y El manuscrito de Miramar (1998) de Olga Nolla] es que la historia masculina puertorriqueña se completa y complementa con los manuscritos inéditos de las mujeres. En el primer caso, Isabel Monfort, la escritora del manuscrito que lleva el mismo título que la novela de Ferré, redacta una novela histórica que ocupa el siglo XX. En ella, Isabel intenta recuperar la historia de su familia la cual está marcada por sus mujeres educadas y decididas. A la vez, incluye la de su esposo, Quintín Mendizábal, marcada por los patriarcas de esa familia. En el caso de Nolla, el manuscrito es un diario íntimo que recuenta las aventuras extramatrimoniales y los pensamientos de Sonia Sabater de Gómez. A su vez, este diario se entrelaza con la historia de su hija María Isabel quien finalmente se da cuenta que gracias a los sacrificios de su madre, ella ha logrado realizarse como mujer y profesional sin tener que debérselo a ningún hombre. Dado el silencio por el que Sonia optó en vida, a María Isabel su madre le había resultado un misterio. Son su silente tesón de madre y su atrevimiento al cuestionar estigmas los que ayudan a que su hija sea una mujer mucho más liberada que Sonia.

La perspectiva de Benítez Rojo y de don Enrique no es única. Para el caribeño es crucial definir su identidad en términos del proceso de "creolización." (3) Por ende, ha tenido que aprender a hacerse escuchar a través de múltiples voces a lo largo de los siglos. A finales del siglo XIX, con respecto al Caribe, el historiador inglés James Froude declara que "there are no people there, in the true sense of the word, with a character and purpose of their own" (306). Desafortunadamente, los europeos no son los únicos que piensan así. Uno de los comentarios más acérrimos en toda la historia del Caribe proviene del novelista trinitario contemporáneo, residente en Inglaterra, V. S. Naipaul, quien asevera que "history is built on creation and achievement and nothing was created in the West Indies" (29). La aseveración de Naipaul desata reacciones por parte de otros escritores caribeños tales como Derek Walcott. Para Walcott, nuestra historia no puede, no debe seguir las pautas dictadas por la visión occidental. Nuestra visión es otra; es submarina. No aparece en la superficie de las cosas o los escritos. Su metáfora implica que nos conecta el agua de mar que esconde los rastros más crueles de la trata de negros: el transporte de África a América de esclavos cuyas historias se desconocen por haber sido descartadas por los "amos" quienes escribieron su versión de la historia. El novelista y ensayista martiniqueño, Édouard Glissant, extiende la analogía del agua al describir la producción literaria (ineluctablemente enlazada a la historia caribeña) no sólo como acuática, como lo indicara Walcott, sino que además es rizomática. En otras palabras, la historia, y, por consiguiente, la literatura caribeña, están compuestas de múltiples tallos horizonatales y subterráneos que se entrecruzan bajo la tierra. La "tierra" firme o segura del positivismo que marca la historia occidental se ve socavada por estos elementos subterráneos y subversivos. Estas conexiones, submarinas tanto como subterráneas, producen "hijos" de diferentes colores (al hablar de razas), de diferentes creoles (al hablar de lenguas) y hasta de diferentes nacionalidades (al hablar de la realidad histórica de los diferentes poderes europeos que colonizaron el Caribe). EL estudioso caribeño J. Michael Dash aclara la filosofía de Glissant al asegurar que "if the island is a point of submarine, transversal confluence, then the ideal of diversity can release the island imaginary from the temptation of a mineralized opacity" (163-64). Entonces, si incluimos la voz y la escritura de la mujer contemporánea, sus textos ayudan a que no se fosilice o silencie el imaginario caribeño ya que contribuye a que se reconceptualice la historia del mismo.

El elemento acuático es uno de los más recurrentes en las dos novelas. Uno de los personajes secundarios de la novela de Oiga Nolla, Antonio Gómez (hijo de Sonia), físico puertorriqueño, quien reside en California y recorre las islas desde una avioneta, representa esa ignorancia hacia lo caribeño por los propios caribeños. En la trama, él reacciona al comentario de la piloto de la avioneta sobre el espacio tan especial que representa el agua. Antonio exclama ingenuamente: "yo, como sabía muy poco [de la complicada historia de nuestras islas], nada pude añadir, pero vistas desde el aire las islas parecían piedras preciosas incrustadas en un manto azul ..." (182). Al menos Antonio admite su ignorancia y ve las islas como objetos preciados por su belleza y no por su carácter o historia. Por su pequeñez geográfica, aparentan no tener importancia. No obstante, han jugado un papel muy importante en el desarrollo económico del mundo. La reificación o cosificación de las islas es similar al proceso que enfrentan las mujeres: ser objetos estéticos que se desean o se exhiben pero que no se toman en serio. Todo ello se debe a que los hombres se han ocupado de fundar naciones o, en el caso de las novelas, de fundar imperios comerciales análogos a pequeñas naciones, y ellas, las mujeres, han servido de apoyo pero no han estado al frente de la aventura política o económica. Las aguas marítimas sirven de importante trasfondo para las protagonistas que escriben esa historia fluida y fluctuante que es la de la mujer caribeña. Por ser agua de mar, también evoca las lágrimas que se han derramado precisamente por los abusos y prejuicios.

La literatura puertorriqueña comparte esta obsesión con la historia y su "legitimidad" dentro de las grandes narrativas, o grands récits propuestas por el Occidente y que el filósofo francés Jean-François Lyotard discute en su ensayo de La Condition postmoderne. Muchos críticos y novelistas puertorriqueños se han ocupado de analizar, exponer y tratar de desentrañar las raíces históricas y raciales del pueblo puertorriqueño. Lo que ni los otros críticos caribeños ni sus congéneres puertorriqueños han logrado, es conferir a las contribuciones de las mujeres en esta empresa de la construcción de la nación, la importancia que se merecen. La propia escritora y ensayista puertorriqueña Ana Lydia Vega expone la siguiente encrucijada frente a la cual se encuentran las escritoras puertorriqueñas: "de Manuel Alonso para abajo, pasando por las generaciones del 30 y el 50 para continuar con la del 70, la literatura nuestra--y esto lo digo sin la menor intención de restar a su calidad--constituye una variación constante sobre el mismo tema obsesivo: la identidad nacional, con sus dos vertientes melódicas de la lucha anti-imperialista y la lucha de clases" (Esperando 85). Añade que lo que queda fuera del proyecto de nación es la lucha de la mujer escritora puertorriqueña cuyos esfuerzos no se reconocen. El deseo del escritor caribeño, en general, y del puertorriqueño, en particular, es plasmar una realidad en la página para que otros lectores sepan lo que significa ser puertorriqueño. Ya lo había afirmado en 1975 la crítica puertorriqueña María Teresa Babín:

   el escritor [puertorriqueño] del siglo XX se dedica a ella
   [patria-mujer] con el anhelo de rescatar los valores nacionales y
   dar vigor a lo puertorriqueño, afirmando su presencia y su carácter
   distintivo para sacarlo de la anonimidad y darlo a conocer al mundo
   entero, diciendo claramente: aquí estamos, esto somos y en nosotros
   se halla la misma angustia de ser y de existir que preocupa al
   hombre en cualquier parte del mundo. (938)

En la nueva narrativa puertorriqueña escrita por mujeres, tal parece que todavía quedan algunas muestras de lo que a primera instancia podría considerarse como un cierto "pudor" literario de parte de algunas protagonistas quienes son escritoras e insisten en esconder sus manuscritos--confesiones que a su vez revelan la abyecta historia secreta de Puerto Rico. ¿Qué lleva a una escritora a esconder o silenciar su manuscrito? Las escritoras/ protagonistas de estos manuscritos (Isabel en The House on the Lagoon de Rosario Ferré y Sonia en El manuscrito de Miramar de Olga Nolla), a pesar de pertenecer a la clase pudiente, no tienen un espacio propio en el cual escribir como lo había sugerido Woolf. No son dueñas del espacio en el que crean. En ambas novelas, las casas de las novelas desde las cuales escriben sus manuscritos cumplen a cabalidad los axiomas acuáticos y rizomáticos de Walcott y Glissant: una casa se halla sobre la laguna y la otra en Miramar (que al deconstruirse se lee como "Mira--mar"). Sus raíces o resonancias nos llevan a lo más profundo de la historia acuática y femenina de Puerto Rico. La historia caribeña que incluye a la mujer está en ese terreno poco estable o fijo rodeado de agua salada. Es desde la casa en la laguna del texto de Ferré que su protagonista Isabel escribe su manuscrito: "Years later, when I was living in the house on the lagoon, I began to write down some of these stories. My original purpose was to interweave the woof of my memories with the warp of Quintín's recollections ..." (6). ["Muchos años después, cuando ya vivíamos en la casa de la laguna, comencé a escribir algunas de aquellas historias. Mi propósito original fue tejer, a los recuerdos de Quintin, las memorias de mi propia familia... " (La casa 18)].

Es en este mismo lugar, pero en la segunda reencarnación de la casa, que otra mujer artista había visto frustrados sus anhelos creativos. Nos referimos a Rebeca Arrigoitia, la madre de Quintín, cuya alma necesitaba el arte y la literatura, pero a quien eventualmente sus obligaciones de esposa y madre, impuestas por su tradicional marido español, Buenaventura Mendizábal, la someten a un forzado silencio. Sus más grandes deseos de escribir y bailar se ven truncados por las exigencias de recato de la sociedad puertorriqueña. Ante todo, ella debe crear herederos para Buenaventura y ser anfitriona de compromisos sociales para promover su negocio de importaciones. Ella no debe ni bailar ni escribir poesía. Su esposo manda destruir esta primera casa tan etérea y poética de los sueños de Rebeca por no ser "funcional." En la primera casa, la terraza servía para las reuniones artísticas que a Rebeca le animaban el espíritu de creación. Irónicamente, la terraza sirve de base a la casa remodelada. La posibilidad para crear está presente pero oculta por el resto de la casa. La novela expone en tono sombrío que la destrucción de la casa representa el anegamiento de la apasionada Rebeca puesto que pierde el espacio propicio para la creación: "The only section of Pavers house Buenaventura didn't order destroyed was the terrace. The contractor said it might weaken the foundations of the new house, so the terrace was left standing ... Rebecca bore her frequent pregnancies patiently, seemingly reconciled to her late. But she was exhausted. She put away her dancing shoes and her poetry books and slowly faded from view" (68-69). ["... lo único que quedó en pie (de la casa) fue la terraza de mosaicos de oro. El contratista le señaló a Buenaventura que era peligroso demolerla, porque podría provocar el derrumbe de los cimientos.... Rebeca se mostró sorprendentemente sumisa ante el nuevo orden ... Soportó con paciencia sus frecuentes embarazos, y estaba aparentemente resignada a su suerte. Guardó sus zapatillas de baile, sus túnicas de seda y sus libros de versos al fondo del ropero, y se fue apagando poco a poco como uno de los nenúfares olvidados al fondo de la terraza" (La casa 84-85)]. Se vuelve sigilosamente invisible.

Años más tarde le toca a Isabel, su nuera, recuperar y vocalizar esa historia femenina. Al menos, como el espíritu indomable de las mujeres de este texto y de la historia puertorriqueña, la terraza, espacio feminizado y localizado entre cielo y agua y al exterior de los muros de la casa/nación, sobrevive como testigo silencioso pero visible que causará el debacle masculino. Isabel vive en la tercera reencarnación de la casa. La criada negra Petra le señala: "There are secrets in the Mendizábal family you know nothing about, my child" (292), ["Hay muchos secretos en esta familia que tú desconoces, Isabel" (La casa 312)]. Antes de ocupar la casa, ese espacio tan comprometido y marcado por secretos, Isabel pinta las paredes de blanco (como si preparara páginas limpias para escribir), compra muebles y enseres nuevos. Es la forma femenina en que prepara y se adueña del espacio interior y trata de librarlo de la totalizante presencia del patriarca Buenaventura. Es ahí en donde comienza a escribir su manuscrito que tanto preocupa a Quintín porque revela los excesos de su padre, los abusos matrimoniales, las relaciones adúlteras, en fin, todo aquello que una familia "bien" no quiere que se sepa y pretende que no ocurre.

Con la muerte de Quintín y la destrucción de la tercera casa de la laguna, Isabel se muda a la Florida en donde, más tarde, desde un hotel con vista hacia el mar, concluye la redacción del manuscrito. Haciendo eco de la tesis de Walcott, para Isabel, es como si las aguas saladas del océano fueran necesarias para que el manuscrito fluyera: "Looking at the Atlantic was comforting. The living and the dead were held fast by its embrace ... It made me think of what Petra had said before she died; she had insisted that water was love, that it made communication possible, and she was right ..." (380). ["Contemplar el Atlántico me consolaba. Los muertos y los vivos descansaban entre sus brazos ... Recordé lo que Petra había dicho poco antes de morir: 'El agua siempre es amor, porque hace posible la comunicación"' (La casa 402)]. Isabel, por fin, puede concluir el manuscrito que tanto revela no sólo sobre su familia sino sobre los problemas raciales y de género que han aquejado y continúan aquejando a la sociedad puertorriqueña. Con él salen los secretos a la luz. Entre los "secretos" resaltan los de las mujeres. Por ejemplo, la historia de Rebeca y el acoso mental que le causó su marido. Además se halla el de la propia madre de Isabel, Carmita Antonsanti, quien abortó tratando de complacer el requisito de su madre: un embarazo sólo cada cinco años. Podríamos añadir los sufrimientos de la propia Isabel, a quien su marido le pide que se esterilice, y, luego, él procrea un hijo ilegítimo, pero a quien, a instancias de Isabel, ellos adoptan legalmente. Es importante señalar que el manuscrito también expone las vejaciones y los prejuicios que sufren otras mujeres porque además son descendientes de africanos.

En la novela de Nolla, la casa de Sonia Sabater de Gómez también es demolida, y entre las ruinas queda un cofre que interesa a María Isabel, su hija. En este texto es también central el papel que ocupa el agua en la creación del manuscrito. Su origen tiene que ver con una visión acuática de Sonia: "hoy me asomé a la ventana del apartamento de mi tía Violante, en el Condado, y vi el mar ... Sucedió que las olas removieron el sedimento acumulado en los sótanos del recuerdo ... Nadie conoce esta historia. Todo comenzó un caluroso día de agosto" (15). El texto explica que a ella, tanto como a sus hijos, les encantaba nadar e ir a la playa--en especial a la playa del Caribe Hilton, aludiendo a la clase social alta y acomodada a la que pertenecen. Pero también establece que María Isabel (cuyo primer nombre contiene la palabra "mar"), a pesar de vivir en Connecticut, al leer y comenzar a redactar su manuscrito es un personaje muy conectado al agua.

Sonia narra la relación adúltera que mantuvo con su profesor universitario, don Enrique. Esconde el manuscrito, que le ha servido de catarsis, en una falsa pared de su clóset (espacio ultra femenino y muy íntimo) al renovar su casa. A ella le interesa la historia de la isla, y la facilidad de palabra de su profesor la convence de que "la Historia es la mejor maestra de la vida" (36). Irónicamente, lo que ella logra aprender de la vida, lo hace con su propio cuerpo al entregarlo a todos los caprichos de su "profesor" de historia cuya pasión lo lleva a hacerle el amor no sólo en moteles y en su oficina, sino también en su propio lecho matrimonial. La hace vivir sus fantasías eróticas de cocinar y comer desnuda y asomarse al balcón de su residencia de la playa. Ella no continúa sus estudios de ciencia, pues se da de baja de la universidad tras abortar por no tener un bebé sin saber si es de su esposo o de su amante. Sus dudas, preocupaciones y observaciones son la razón de ser de este manuscrito. De hecho, ella piensa que "es probable que muchas mujeres de la historia pasaran por el dilema que yo pasé. Muchas tendrían hijos de hombres que no eran sus maridos y los criaban junto con los hijos del marido ... Jamás hemos sabido exactamente lo que pasó porque a las mujeres nunca nos dejaron hablar, pero no dudo que las mujeres hayan sido infieles a sus maridos" (138).

A causa de estas experiencias, Sonia ayuda a su hija a realizar su sueño de ser doctora en medicina y no limitarse a ser objeto de su marido, Andrés, exitoso abogado. Esta madre intuye el sufrimiento emocional de su hija por haber sido el suyo propio. Además, no necesita que su hija comparta con ella sus aventuras románticas con hombres casados--ella las adivina. Su relación con don Enrique a la edad de 26 años cambia el rumbo de su vida para siempre. El texto que narra la vida de María Isabel (el que se hilvana paralelamente al de su madre) nos señala lo siguiente: "Ya para los últimos meses de su tercera barriga [la de María Isabel] el entusiasmo por el matrimonio comenzaba a disminuir. A pesar de sus escasos veintiséis años, se sentía cansada" (81). Al dar a luz a este tercer bebé, una niña, decide hacer realidad su sueño de estudiar medicina y se divorcia de Andrés--a quienes muchos en el texto consideran el marido ideal. Este profundo deseo sella un pacto entre ella y su madre, quien se convierte en su aliada incondicional. María Isabel descubre el secreto y las aspiraciones científicas e intelectuales de su madre muchos años después de su muerte causada por un cáncer. María Isabel no puede leer el manuscrito de un tirón. Y el lector se da cuenta que así podemos ver cómo ella se ha beneficiado de tiempos diferentes en que la mujer tiene un poco más de libertad para realizar sus ambiciones. Aunque, la voz de Sonia no cesa de recordarnos que ellas no siempre pueden lograrlo dado el doble criterio que existe en las sociedades machistas: "Yes que a las mujeres nos meten en la cabeza que ser puta es lo peor que nos puede pasar. Tenemos miedo de nuestra propia sexualidad porque tenemos miedo a que nos acusen de ser putas" (59). La relación con don Enrique le muestra que para la mujer hay otras formas de hacer el amor e inventar el deseo, pero no debe hacer pública una relación extramarital, al menos en su época. Su hija, María Isabel, vive sus relaciones sexuales con mayor desenfado y las describe en un lenguaje directo. La novela está dedicada "a todas las mujeres que guardan un secreto" (7).

El manuscrito de Sonia termina con la siguiente frase: "Ya no quiero escribir más y lo que he escrito debe arder hasta quedar hecho cenizas" (200). María Isabel lo destruye y luego "hundió las manos en el polvo finísimo ya seco, frío y tibio, se lo metió en la boca, lo masticó y lo tragó, se frotó cada dedo, se metió las cenizas en las uñas, se quitó los zapatos y las medias nilón, caminó sobre aquel polvo del gris más negro posible, se abrió la blusa y se frotó los senos, se frotó la cintura y la espalda, se abrió la falda y se embadurnó el vientre" (205). Tras concluir este ritual en donde literalmente su cuerpo absorbe el manuscrito, regresa al interior de su casa en Connecticut. Allí por curiosidad, ahora que sabe tanto sobre su madre, le pregunta a su esposo, Bob Williams quien fue diente de su padre, cómo era éste. Lo que revela Bob es que su padre por muchos años tuvo una amante de la cual Sonia nunca se enteró--o tal vez sí y por eso no destruyó el manuscrito ya que queda la interrogante al final de por qué no lo destruyó si repetía sin cesar que nadie debía leerlo jamás. Alguien tenla que contar la verdad de otra mujer que sufrió por tratar de mantener las apariencias mientras el esposo mantenía a una amante, lo cual es aceptable en la sociedad puertorriqueña que se presenta en la novela. El texto parece indicar que la literatura caribeña ya no necesita físicamente del mar para ser creada. El nombre de María Isa-be-l contiene los elementos que necesita para recrear la historia de su madre/nación (isla rodeada de mar) sin estar en ella. Son las siguientes palabras de su madre las que resuenan en su memoria: "Acuérdate que el mundo es de los que se atreven" (14). El manuscrito de su madre libera la memoria de la hija quien puede escribir abiertamente. Al hacerlo, expone, al igual que Isabel en The House, las inequidades contra las mujeres a pesar de que éstas tienen necesidades y desean contribuir al desarrollo de la nación.

Lo cierto es que María Isabel tiene un sueño en el cual se cae y se hiere el antebrazo izquierdo. Al despertar no entiende cómo es que en realidad está herida. Es como si el manuscrito ingerido la hiriera desde sus entrañas. Es como si ese mundo subconsciente le indicara que es necesario sufrir en carne propia las vejaciones de un sistema patriarcal para denunciarlo a través de la escritura. Si se callan los sufrimientos y se suprimen los recuerdos, ¿cómo se puede participar en el proyecto de edificar una nación? Entonces, se mira en el espejo y ve su realidad presente: una mujer de sesenta y dos años (62 es el inverso de los 26 de las protagonistas/autoras, edad en la cual efectuaron cambios radicales en sus vidas) que desea leer el manuscrito de su difunta madre pero ahora está destruido. Para ella, éste es el momento de una gran toma de conciencia: ¿cómo ella, mujer educada y liberada, se atreve a privar de su voz a otra mujer que tanto sacrificó para que ella, María Isabel, lograra sus sueños profesionales y sexuales? Destruir el manuscrito significa silenciar la historia de las mujeres y reincidir en el sempiterno plan de mantenerlas al margen, aunque los socios de su padre, por ejemplo, supieran que él había mantenido a una amante y a nadie le pareciera escandaloso. Tal y como Isabel y Rebeca en The House on the Lagoon, María Isabel entra en la biblioteca de su casa (y no encerrada como su madre en la alcoba de la casa de una tía), y escribe, en una libreta tamaño legal (para enfatizar la legitimidad de la narración) con una pluma de tinta azul (evocando tal vez el mar y el rebelde espíritu del modernismo) el comienzo de la novela que acabamos de leer. También echa a un lado el cofre. Ya no es necesario mantener su historia y la de su madre reprimida y escondida en un cofre hecho en Andalucía en el siglo XV. Este cofre apunta al bagaje histórico del patriarcado que mantiene a las mujeres silenciadas y escondidas.

Incorpora su historia al manuscrito de su madre, completando y complementando las historias para que éstas no se pierdan. Es importante, parece decirnos Olga Nolla, que esa historia secreta tiene que salir a la luz porque los hombres siempre han hablado y escrito y explicado sus pasiones, pero no así la mujer. Si creemos la novela, cada mujer, ya que no comparte con las otras, por miedo, vergüenza o pudor, piensa que ella es la única que tiene grandes ilusiones para su intelecto o que es la única que tiene relaciones no "sancionadas" y que las disfruta plenamente. En esta novela, las descripciones eróticas detalladas abundan. El placer que sienten Sonia y María Isabel se describe intensa y gráficamente. H gozo sexual que disfrutan las mujeres deja de ser tabú para ser presentado como uno de los grandes motores de la historia caribeña y al cual no se le ha conferido la importancia que merece, por considerársele inadmisible o poco importante. Sin embargo, es ese tácito entendimiento entre madre e hija el que lleva a que María Isabel cumpla su meta de ser doctora, de ser quien invite a su esposo a cenar, y que pueda cumplir con las predicciones de Virginia Woolf: de que cien años más tarde (2025--que es más o menos la fecha para la cual María Isabel lee el manuscrito) si una mujer tiene el bienestar económico y un cuarto propio pero no escondido, entonces puede escribir/crear. Éste es el caso de María Isabel quien tiene los recursos económicos gracias a los esfuerzos y la fortuna de su madre. La mujer puede, finalmente, romper la barrera del sonido con manuscritos que logran, por su osadía y desenfado sexual, una explosión sónica que resuena a través de todo el Caribe.

Isabel y Sonia escriben sobre temas que conciernen no sólo su condición de mujer, sino el sentir que no siempre pueden divulgarlos. Tratan de pasiones desenfrenadas, violaciones, control de la natalidad, partos, abuso doméstico (físico y mental) y el aterrador sentido de estar plenamente conscientes de su condición subalterna en la sociedad, a pesar de estar educadas y poder expresarse como cualquier hombre. Pero a la vez que escriben y revelan sus más profundas inquietudes y sentimientos y los plasman en papel, los velan al esconderlos en diferentes partes de la casa--espacio femenino par excellence. En el texto de Ferré, Quintín encuentra los documentos y los comenta al margen, pero de la novela de Ferré en donde es el hombre quien lo hace, a la de Nolla, en donde la hija añade abiertamente su voz a la de su madre, se ve una evolución. Temática y estilísticamente, es un paso adelante ya que María Isabel saca el manuscrito materno del cofre donde estaba escondido, y, a pesar de destruirlo, lo restituye y lo expande.

Es paradójico ese deseo de revelarse y velarse a través de la palabra escrita. Claro que el tener tiempo para escribir denota una cierto privilegio de clase social (la de las que pueden leer y escribir). ¿Se puede hablar de romper totalmente el silencio si no se tienen en cuenta otros rizomas; si sólo sólo las blancas y las de la clase acomodada son las que escriben? ¿Qué sucede con la voz de la mujer negra o la de la clase popular puertorriqueña? La crítica puertorriqueña Marie Ramos Rosado explica que "la mujer [es] uno de los entes sociales más vapuleados; si es mujer negra más cosificada aún ..." (293). Las escritoras han incluido otras voces. Vemos que en el texto de Ferré la suerte de la familia Avilés, aunque relegada al "sótano" de la casa, se incorpora a la de los Mendizábal a través de Willie--un mulato, producto de la créolisation--y expone la violencia del proceso del mestizaje de los pueblos caribeños. En la novela de Nolla, la niñera Toñita, "una pobre prieta" (166), tiene su propio capítulo narrado en primera persona, como el resto de las secciones de la novela dedicadas a otras voces. Y ella, desde su limitada perspectiva, completa la visión que los lectores tienen de Sonia. Resulta una Sonia más compleja, marcada por prejuicios de clase y raza que representa más fielmente la realidad puertorriqueña.

Nana Wilson-Tagoe en su trabajo Historical Thought and Literary Representation in West Indian Literature, le dedica un capítulo a las escritoras caribeñas y uno de sus comentarios resume el argumento de este trabajo. Esta crítica señala que

   West Indian women lived this history in all its ramifications and
   possessed intimate knowledge of their own movements through it.
   Generations of women have come to possess a better grasp of the
   deeper meanings of these processes, since as grandmothers and
   mothers they have transmitted what has always been a muted and
   submerged culture in women-centered forms often excluded from the
   domain of formal historiography. (223-24)

Es claro que todo debe salir a la superficie y no permanecer "sumergido."

Si las protagonistas describen escenas eróticas o atrevidas que no se consideran apropiadas para mujeres "bien," entonces, ¿qué mensaje están tratando de transmitir las autoras? Tal vez sea el explorar esa transición de un proyecto patriarcal de formación de una nación (basado en el desarrollo de una identidad muy masculina) a un proyecto de reformación de una nación integral que no deje fuera a la mujer puertorriqueña--o sea, la totalidad de la nación. Las escritoras caribeñas Rosario Ferré y Oiga Nolla y sus alter-egos "escribanas" y no "secreta/rias," Isabel y Sonia/María Isabel, poseen un mejor conocimiento de la historia, porque la absorben no sólo intelectual sino físicamente, para entonces podérsela transmitir a futuras generaciones, y no tan sólo a sus hijas sino a toda una nación de lectores y al mundo entero. No se puede silenciar todos los deseos, tribulaciones y logros de todas las mujeres caribeñas todo el tiempo y son sus voces y experiencias las que complican el concepto de nación al reexaminarlo a través de lentes de mujer.

Notas

(1) En la novela de Ferré, el texto escrito en cursivo establece que Isabel comenta pero esas secciones no forman parte de la novela que está escribiendo.

(2) En la novela de Nolla, el manuscrito de Sonia está en cursivo.

(3) La crítica Carolyn Allen ha realizado un estudio detallado en donde examina el uso y la evolución del término "creole" (criollo) en el Caribe.

Obras consultadas

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Mary Ann Gosser Esquilín

Harriet L. Wilkes Honors College

Florida Atlantic University

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Gale Document Number: GALE|A117117222