Son muchos los rincones del mundo en los que podemos haber escuchado el cuestionamiento acerca del por qué continúa existiendo la desigualdad entre hombres y mujeres a pesar de tantos años de luchas feministas, de proliferación del paradigma post moderno, y del desarrollo alcanzado por los medios de comunicación, cuestiones éstas que pueden ser obviadas al valorar la posibilidad de inserción de los ideales de la democracia genérica en los más diversos espacios geográficos de la humanidad.
Muchas podrían ser las respuestas: quizá sea que la globalización no ha entregado sus armas a la ideología de la democracia de géneros; o, tal vez, que aún no existe un modelo de democracia genérica que invite a su consecución. También pudiera ser, que se hayan querido aplicar las mismas recetas para enfrentar el androcentrismo, cuando debían tenerse más en cuenta los aspectos medulares, que en los diferentes contextos socioculturales, perpetúan el patriarcado.
La realidad es que si la industrialización y el acceso de las mujeres a la cultura, en su acepción de conocimiento, facilitó que en el siglo XVIII comenzaran aparecer voces femeninas en reclamo por los derechos a una vida sin discriminación, las actuales posibilidades que tenemos las mujeres de reconocer y combatir la condición de explotación en que continuamos viviendo son mucho más extensas a pesar de las diferenciaciones que puedan existir y las circunstancias de no saberlas aprovechar en función de lograr una incipiente democracia genérica.
En Cuba, al igual que en muchos otros países, subsiste una relación desigual entre los géneros y las mujeres continúan siendo la parte más afectada en este sistema, aun cuando encontramos elementos que visualizan un avance en su camino hacia la liberación de la opresión patriarcal. La pregunta de cuáles son las condiciones que permiten, en nuestro contexto, la subsistencia de esta forma de opresión, no posee una respuesta acabada, pero apostamos por el peso que tiene la cultura en la retransmisión de valores, normas, estereotipos, símbolos, cargados de un fuerte androcentrismo, que ha logrado predominar ante estructuras judiciales y proyectos sociales con perfiles totalmente opuestos a la discriminación de la mujer.
Esta situación ha sido objeto de reflexión en muchas de las investigaciones más recientes en la temática del género en Cuba. Con este trabajo tratamos de reconocer el comportamiento de algunas características muy específicas de la cultura patriarcal en nuestra sociedad a lo largo la historia, así como las variaciones que se han producido, y que nos lleva a una forma nueva de nombrar el fenómeno.
Cuando lo que nos identifica nos hiere. Desaciertos de una cultura.
Al buscar en documentos históricos y obras de arte la presencia de rasgos patriarcales a lo largo de la historia de nuestra sociedad, se puede observar que las normas y costumbres respecto a la relación entre los géneros transitaron por un proceso de transculturación (1) Derivados de la fusión en la Isla de elementos de la fuerte tradición patriarcal española, que análogamente se encontraba influenciada por la cultura árabe y su potente estructura discriminatoria...