Abstract
This article describes the casus belli of the Pacific War, and why and how the Chinese coolics who were treated as slaves in Peru, taken advantage by the Chilean commander, General Patricio Lynch, affered the logistics support in favor of the Chilean Army. After the war, more than one thousand Chinese fund their freedom in Chile, yet the prejudice and contempt against them remained.
Resumen
El artículo relata el casus belli de la Guerra del Pacífico y el porqué y cómo los culíes chinos en el Perú, tratados como esclavos, ofrecieron apoyo logístico al Ejército de Chile. El comandante chileno, general Patricio Lynch, fue hábil en utilizar a los culíes para cumplir su misión. Tras la guerra, más de mil chinos encontraron su libertad en Chile. No obstante, el prejuicio y desdén contra ellos se mantuvieron.
La guerra entre Chile y la Alianza Perú-Bolivia, que finalizó con Chile como el único triunfador, consolidó los sentimientos del nacionalismo chileno más que cualquier otro acontecimiento histórico. (1)
En esa guerra, entre 1,200 y 1,500 culíes chinos dieron su apoyo al Ejército chileno. Su colaboración constituyó "un aporte no pequeño y espontáneo" a la Expedición al Norte del coronel Patricio Lynch y la captura de Lima. (2)
La Guerra del Pacífico: Sus antecedentes y el Casus Belli
La Guerra del Pacífico estalló por motivos diversos, o incluso discrepantes, según las posiciones de los emisores. Hubo dos clases de motivos: políticos y económicos; a la vez, la gravitación de cada uno de estos factores es ponderada en forma distinta de acuerdo con la posición de los autores y de sus nacionalidades.
La teoría de uti possidetis (3) aplicada en la división fronteriza entre las nuevas naciones latinoamericanas a raíz de su independencia, tropezó con la imprecisión de los límites entre Chile y Bolivia puesto que faltaban fronteras reconocidas por ambos países. (4) Un académico chileno afirma que, según el examen de los títulos coloniales, no existió jurisdicción de la Audiencia de Charcas sobre el Pacífico, por lo cual Simón Bolívar empleó su influencia para que el Perú cediera a la nación altiplana un puerto; empero, su proyecto no prosperó. (5) Pese a lo anterior, no ocurrieron problemas en las áreas improductivas sino hasta la década de 1840, época en que se descubrieron los depósitos de guano. En 1842, Chile envió una expedición para explorar la zona entre Coquimbo y Mejillones, y reclamó los depósitos del mineral en esa área, que se extiende hasta la latitud del grado 23 S como bienes nacionales. Hacia 1844, se inició en Chile la producción del guano a escala comercial. (6) Bolivia, consciente de las pretensiones chilenas, intentó firmar un tratado con Chile en las décadas siguientes, pero no tuvo éxito. En 1860 un chileno descubrió el salitre en el territorio boliviano y, desde entonces, el guano dejó de ser lo único que estaba en juego. (7) Al vislumbrar que las negociaciones no avanzaban, en 1863 la Asamblea Legislativa de Bolivia "autorizó al Poder Ejecutivo para declarar la guerra al Gobierno de Chile". (8) El presidente boliviano intentó transmitir el mensaje: "Bolivia mantendrá sus derechos aun a precio de la guerra". (9)
En 1866, Bolivia y Chile sellaron un tratado, quedando demarcada la línea limítrofe en el grado 24, y las de la "comunidad a medias" para los derechos de exportación del guano y minerales, entre los paralelos 23 y 25. Con todo, ninguno de los dos quedó satisfecho. (10)
El descubrimiento de la plata en 1870 por otro chileno en Caracoles en la zona disputada, atrajo un nuevo influjo de capital y trabajadores desde Chile. En 1872 fue creada la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta, una empresa chilena con ejecutivos ingleses y gran parte de mano de obra chilena. (11)
El referido auge económico inspiró a Bolivia a pretender reservarse para ella sola los derechos de exportación de los minerales, aunque dicho tratado la obligaba a compartirlos con Chile. Mientras, Chile trataba de aumentar la explotación del salitre y la plata y de expandir sus operaciones en el litoral norte, acciones que suscitaron sospechas en Bolivia y el Perú, lo cual puso las bases para un entendimiento entre ambos. En enero de 1872, el Congreso chileno autorizó la compra de dos buques de guerra en Europa. Perú lo interpretó como una amenaza y la ambición de buscar una preponderancia marítima en el Pacífico. En febrero de 1873, Perú y Bolivia firmaron un tratado secreto (12) pues tenían en mente a Chile. (13)
En 1874, Bolivia y Chile firmaron el Tratado de Sucre, en el cual se conservaba la línea divisoria en el paralelo 24, pero se suprimía la medianería. Además, Chile renunciaba a los derechos de exportación de los minerales que se hallaban en ese perímetro, con la condición expresa de que Bolivia no incrementara las contribuciones ya existentes sobre las industrias y a los ciudadanos chilenos, durante 25 años. (14)
Años antes, las relaciones entre esos tres países habían sido afectadas por la guerra entre Chile y la Confederación Perú-Bolivia (1836-1839) y ocasionaron a ambas partes un profundo rencor. (15) Los 25,000 obreros chilenos contratados por Henry Meiggs para la construcción de ferrocarriles tuvieron frecuentes roces con los peruanos. Después, el gobierno chileno adoptó medidas para repatriarlos, lo que causó la recriminación del Perú. Por otra parte, Bolivia odiaba a Chile desde hacía tiempo, lo cual, con los años, se convertiría en un elemento de su política exterior. (16) En 1877, el encargado de negocios de Chile en La Paz informó que "una profunda antipatía reina entre nuestros nacionales y los bolivianos". (17)
Debido a que la aludida guerra no había dejado una siembra de paz en sus relaciones, la idea de "equilibrio en América del Sur" jugó un papel más relevante. Robert Burr indica que Chile se perfiló definidamente en el concepto de equilibrio de poder. Las instrucciones que el gobierno de Chile dio a su agente en Ecuador en 1837: "la seguridad de los Estados del Sur, fundada en el equilibrio de sus fuerzas, es una base que no podemos abandonar", (18) parecen haber constatado sus directrices estratégicas en el ámbito sudamericano para las siguientes décadas.
Además, la estructura poblacional de la zona disputada presentaba un fenómeno peculiar, que influía en la psicología colectiva de los dos países involucrados. La mayoría de los habitantes de allí eran chilenos. Según el Censo de 1875, efectuado por la municipalidad de Antofagasta, de los 5,384 habitantes, 84.14% era chileno. Un historiador boliviano dio una cifra aun mayor de chilenos residentes. (19) El Censo de 1878, que incluía a dicha compañía, indicaba una población total de 8,507, de los cuales 6,554 eran chilenos (77.04%), 1,226 bolivianos y 104 ingleses. Además, todos los funcionarios de la municipalidad eran chilenos. (20)
En la década de 1870, Chile atravesó por una situación financiera difícil, y un problema similar también afectó al Perú. Desde 1873, el gobierno de Chile sufrió un déficit muy complejo. La crisis parecía obligar a Chile a buscar una salida. Lo que el senador Zañartu afirmó en 1879: "la guerra, aunque llena de peligros, está llamada a cimentar la grandeza y prosperidad de Chile, fundamentando la necesidad de la expansión", (21) pareciera dar la idea de que algunos políticos chilenos percibían las condiciones coyunturales de su país. A comienzos de 1878, el gobierno de Chile afrontaba una situación financiera y económica muy grave, a lo cual se sumaba su disputa limítrofe con Argentina, que lo llevó a firmar un pacto desfavorable en diciembre de 1878, (22) que le dio razones para querer llegar a un acuerdo con sus vecinos. (23)
En enero de 1878, un diputado boliviano de Cobija (donde la mayoría era boliviana) propuso aumentar los aranceles de exportación de 10 centavos por cada quintal del salitre embarcado por la referida compañía, lo cual se convirtió en una ley el 14 de febrero, alterando el orden de lo establecido en el Tratado de Sucre. Además, el concejo municipal de Antofagasta pretendía agregar un impuesto a los lastres. La razón de lo anterior se debería a que dicha compañía tenía dinero en un país pobre, y todos la veían como si fuera "una vaca lechera". (24)
Bajo esas circunstancias, la compañía solicitó al gobierno chileno el amparo diplomático, el cual hizo presente a Bolivia que su insistencia en aplicar esa ley podría conducir a la anulación del Tratado de Sucre. No obstante, el gobierno boliviano no desistió en su propósito. (25)
Por un decreto emitido en febrero de 1879, el gobierno boliviano suspendió los efectos de la ley del 14 de febrero de 1878. Además, iba a dictar órdenes para la reivindicación de las salitreras detentadas por dicha compañía y la retroversión de los terrenos, que suponía una pérdida de 25 millones de francos para Chile, acciones que provocaron una reacción de carácter explosivo en Santiago. (26) Chile se apresuró a protestar, ofreciendo a Bolivia someter la cuestión a un arbitraje. Con todo, Bolivia decidió proceder a la expropiación de todos los establecimientos chilenos. (27) El remate estaba previsto para realizarse el 14 de febrero de 1879. Poco después, el ministro plenipotenciario es tadounidense informó a Washington que el gobierno de Chile había tomado la decisión de ocupar Antofagasta, contando con la sincera aprobación de todos los sectores y que la ocupación se había realizado sin disparar un tiro. (28)
Sobre las razones de la guerra, el historiador peruano Mariano Felipe Paz Soldán opinó que los accionistas de la aludida compañía, algunos de ellos políticos chilenos influyentes, habían convencido al gobierno chileno para que fuera a la guerra, idea que comparten la parte peruana, boliviana y sus simpatizantes. (29) Varios académicos bolivianos consideran que el impuesto de 10 centavos fue meramente un pretexto; las verdaderas causas fueron la permanente lucha por la hegemonía en el Pacífico sur que se disputaban Chile y Perú desde la caída de Santa Cruz, y la exclusión de Chile de la Patagonia, tras el pacto con Argentina en 1878, por lo que buscaba expandirse hacia el Pacífico, como recompensa. Además, a inicios de 1879, Chile pretendió resolver la crisis financiera que lo afectaba desde 1873: ésta fue otra causa importante. (30) El secretario de Estado de EUA, James G. Blaine, consideraba que ésa fue una guerra de capitalistas británicos contra el Perú, siendo Chile el instrumento, (31) si bien John Mayo estima que no hay prueba que lo respalde. Asimismo, V.G. Kiernan absuelve de intromisión a los capitalistas británicos, aun cuando acepta que ellos pudieron ejercer alguna influencia. (32) Harold Blakemore, a su vez, admite que los ingleses no tuvieron la culpa. (33) Por otra parte, los historiadores chilenos Francisco Encina y Gonzalo Bulnes (34) hacen hincapié en que lo que hizo Chile fue defender los derechos públicos consagrados por el tratado, (35) y esto es compartido por Mayo, quien afirma que la insistencia en que el tratado debía ser cumplido fue la razón por la cual Chile fue a la guerra. (36) Chile solicitó la neutralidad al Perú, al menos dos veces, lo cual fue rechazado. Posteriormente, Chile le declaró la guerra al Perú y a Bolivia. (37)
Varios medios de comunicación ingleses pusieron de manifiesto su inclinación hacia Chile, resaltando su razón, lo cual coincidió con el desprecio de varios ejecutivos ingleses de la referida compañía hacia Bolivia, (38) así como con la desconfianza hacia la política peruana del salitre por parte de los países consumidores del mineral. El Standard de Londres decía: "no creemos exagerar [al] sostener que Chile debe ser mirado como el protector del derecho público y de la propiedad privada", (39) opinión que se debía a la política salitrera que el Perú había puesto en práctica a finales de 1878, y que condujo a la adquisición por el Estado de casi la totalidad de la industria. (40) Al mismo tiempo, el Times de Londres decía: "No puede discutirse que Chile tuvo un legítimo casus belli contra Bolivia, si no, directamente contra el Perú ...". (41)
Patricio Lynch: ¿El Libertador de Culíes Chinos?
Patricio Lynch Zaldívar fue un protagonista que desempeñó un papel relevante en la última etapa de la vida de los culíes chinos en el Perú. En su marcha desde Pisco hasta Lurín, emprendida a finales de 1880, liberó a numerosos chinos, quienes lo aclamaban llamándolo "El Libertador". Él los organizó para que prestaran servicios a la Primera División que comandaba, los cuales constituyeron considerables aportes al viaje triunfal de su operación. Posteriormente, en las batallas de Chorrillos y de Miraflores, los chinos fueron asignados a los grupos logísticos. Durante la ocupación chilena en Lima, Lynch adoptó varias medidas a favor de los chinos, prohibiendo la contrata indebida.
En el presente acápite abordamos, en forma breve, la vida de Lynch y sus primeros contactos con China, y lo que hizo Lynch para ganar la simpatía y la adhesión de los chinos en su famosa marcha.
Fue hijo de padre de origen irlandés y de madre española, cuya fecha de nacimiento varía según los historiadores, (42) lo cual es curioso e inexplicable, si bien coinciden en sus estudios y su carrera militar y naval. Ingresó a la Escuela Militar en marzo de 1837, y al año siguiente se incorporó a la Armada. En 1840 Lynch pidió a la Marina Británica aceptar su ingreso para servir en ella, lo cual fue concedido a través del almirante Charles Bayne. El documento firmado por el presidente Joaquín Prieto decía como sigue:
Se concede al Guardia Marina Don Patricio Lynch la licencia que solicita por el término de cuatro años [...], debiendo contársele la antigüedad de sus servicios durante la licencia, como si los prestase en la Escuadra de la República. (43)
Se embarcó en la corbeta británica Electra. Después, fue trasladado en junio a la fragata Calliope con destino a China en julio de 1840, por la Guerra de Opio, y sirvió ocho años en la dicha Marina. (44) En veinte acciones militares en el ataque a la Boca-Tigris, así como en los asaltos de Whampoa, Chusan, Amoy (Xiamen) y Ningbo, mostró su bizarría, por lo que fue designado Guardia Marina, y su nombre fue puesto en la orden del día. (45) Después fue condecorado con la medalla de la Reina Victoria. Durante la ocupación de Cantón, Lynch se interesó vivamente por la larga historia de China, por lo que recorrió a lo largo y ancho esa ciudad. (46) Permaneció casi tres años en Oriente, estadía que le sirvió para enriquecerse con los conocimientos sobre la cuestión asiática. (47) A lo mejor, aprendió también el dialecto cantonés. En su marcha de Ica a Lurín, cuando saludaba a los culíes en su dialecto, éstos quedaban maravillados, y en seguida se unían a la expedición como auxiliares. (48) En fin, fue uno de los primerísimos chilenos que establecieron contactos y adquirieron conocimientos sobre China y los chinos.
Lynch fue uno de los primeros en llevar socorro efectivo a los peruanos en defensa de Hispanoamérica. A mediados de 1864, se embarcó junto con otros voluntarios, en el yate Dart rumbo a Perú, cuando España se aprestaba a dar un próximo asalto y a ocupar las islas Chinchas, cuyos depósitos de guano eran la principal fuente de recursos del gobierno del Perú. (49) Durante la guerra con España, se le llamó al servicio activo el 6 de diciembre de 1865. Posteriormente, desempeñó el cargo de gobernador marítimo de Valparaíso hasta 1872. Cuando estalló la guerra del 79, Lynch era capitán de navío graduado, pero, debido a la oposición de los demás colegas, su solicitud de un puesto en la escuadra le fue denegada. A fin de deshacerse de él, el 21 de mayo de 1879 se le designó comandante general de transportes, cargo que le permitió demostrar su capacidad en administración. Fue nombrado jefe político y militar de Tarapacá, y gracias a su eficiente gestión se acabaron los robos y los asaltos. (50)
Estando en Tarapacá, Lynch no permaneció indiferente a los problemas estratégicos de la guerra. En aquellos tiempos, la campaña marítima había terminado por dar a Chile el dominio del mar; por otra parte, la campaña de Tacna y Arica le ofreció a Chile una situación favorable. Mientras el bloqueo del Callao parecía prolongarse, Lynch elaboró un plan en el que expuso: "marchamos sobre Lima con el grueso de nuestro ejército, o nos quedamos en statu quo". Estimaba ser de fácil realización, y que esta acción produciría muy importantes resultados para las operaciones militares. Consideraba que los desembarques tenían por objeto, entre otros:
1. Distraer las fuerzas concentradas en Lima;
2. Imponer contribuciones de guerra, y con ellas se atendería al mantenimiento del ejército;
3. Producir el pánico en la población comercial;
4. Mantener el espíritu público de Chile, y provocar una revolución en Lima que haría caer al gobierno de Piérola;
5. Intimidar a los opulentos hacendados del norte del Perú, quienes dominaban en Lima y que, hasta la fecha, muy poco o nada habían sufrido.
A fin de evitar reclamaciones diplomáticas, propuso que los acompañara un abogado con carácter de auditor de guerra. (51)
En junio de 1880, Lynch sometió el citado plan al presidente Pinto, si bien éste, como la mayor parte de la "gente de peso", consideraba la expedición cosa de locos. (52)
Otro factor condicionó la expedición de Chile. En agosto de 1880, el gobierno estadounidense ofreció su mediación, la cual fue aceptada. Chile exigió la cesión de la provincia de Tarapacá, pero la pretensión encontró una fuerte resistencia peruana porque el gobierno de Lima abrigaba la esperanza de que los EUA intervinieran en su favor. Las negociaciones se detuvieron. A fines de septiembre, el ministro plenipotenciario norteamericano informó desde Santiago a Washington:
... se pregunta aquí si los peruanos adinerados deben experimentar algunos de los horrores de la guerra a muerte gata que el gobierno [peruano] se pueda ver obligado a buscar la paz. (53)
Pinto aprobó el proyecto, nombrando a Lynch para la expedición. Lynch formó parte del Ejército de Operación en el territorio peruano a cargo de la Primera Brigada de la Primera División con el rango de coronel. (54) El 24 de agosto Lynch recibió órdenes de su gobierno, por medio del ministro de Guerra, José Francisco Vergara, acerca de la contribución de guerra y la destrucción de la propiedad si los hacendados no acataban. (55)
Lynch arribó al puerto de Chimbote el 10 de septiembre y no encontró la menor resistencia. En la hacienda de Dionisio Derteano liberó a unos 200 chinos que se encontraban recluidos e hizo embarcar una gran cantidad de azúcar, arroz y otros productos. (56) Según Humberto Rodríguez, las tropas chilenas destruyeron las haciendas Palo Seco, Puente y Rinconada, próximas a Chimbote, propiedad de Derteano. Y en la operación, los peones chinos participaron ayudando en forma entusiasta. (57)
En la Hacienda Cayaltí, los hermanos Aspíllaga, propietarios de numerosos culíes, acusaron: "Dado que los chilenos vengan a destruir como salvajes [...] Temo que tengan algunas influencias sobre los chinos y éstos se aprovechen para un desbande o tener otras exigencias", y que "entre las barbaridades que dicen harán los chilenos se cuenta el impuesto o contribución de guerra sobre los hacendados, y [dar] libertad a los chinos". Agregaron que los chinos no eran esclavos, sino que estaban bajo un contrato legal y muchos lo habían renovado a su entera voluntad y satisfacción, y que, si alguien pagara el impuesto, sería un traidor a la causa de la patria. (58) Es muy cierto que los trabajadores chinos en Perú no fueron internados para ser esclavos, según su estatus jurídico, pero, en efecto, recibieron maltratos peores que los de esclavos, según un informe enviado por el ministro norteamericano en Lima. (59)
El 13 de octubre de 1880, Lynch envió una carta desde San Pedro al coronel Adolfo Salmón, en la cual, aparte de exigirle 150,000 soles en plata u oro como contribución de guerra, lo hizo en tono amenazante:
Será bien que tenga presente que a mi división sigue una falanje de más de mil chinos, que no puedo dedicarme a cuidar y que son los que podrían saquear algún lugar a mi pasada. (60)
Se aprecia que Lynch utilizó a los chinos como un instrumento de intimidación a las autoridades peruanas.
Tal medida también fue empleada por Lynch en Cañete, donde exigió 20,000 pesos, amenazando con quemar las casas de la hacienda. En Eten, Cayaltí y Chiclayo, impuso entre 20,000 y 150,000 soles como contribución. Además de dinero, también exigió la entrega de animales, víveres y vino para mantener la tropa. (61)
No se sabe si hubo algún agente que ayudó a lograr un compromiso entre Lynch y los chinos. Sin embargo, se sospecha que hubo una "alianza por conveniencia", mediante la cual Lynch pudo utilizar a los culíes escapados de las haciendas, sin disciplina alguna, para intimidar a los propietarios de haciendas, y los chinos, a su vez, pudieron tener un lugar donde albergarse pues no sabían a dónde ir. Por otra parte, los chinos pudieron aprovechar el seguimiento al ejército para vengarse de los peruanos, a quienes tanto odiaban. (62)
Tal como se señala anteriormente, la expedición no tenía interés militar, sino más bien psicológico y político. El ministro plenipotenciario francés en Santiago observaba los hechos en forma aguda. Informó a París, citando el diario El Ferrocarril de Santiago, que dicha expedición había sido "un puro y simple pillaje. Lynch ha atacado solamente las localidades que no estaban en absoluto defendidas. No ha enfrentado a un solo soldado peruano". Lo que intentó fue generar en el Perú una legítima irritación. En consecuencia, se impusieron contribuciones moderadas, por lo que en algunas localidades los habitantes contribuyeron con agrado, si bien en otras fue necesario recurrir a la destrucción. (63) Si se trataba de un pillaje, los culíes, desorganizados e incontrolables, que guardaban rencor a los peruanos, eran, en realidad, las mejores armas de Lynch para aterrorizar al Perú.
En octubre de 1880, Lynch fue llamado por su gobierno para engrosar el ejército, con el fin de emprender la campaña sobre Lima. El día 27 del mes terminó de embarcar sus tropas en los puertos de Pacasmayo y Malabrigo, cargando abundantes mercancías y llevando consigo alrededor de 400 chinos, que en anteriores trayectos le habían servido de guías en forma voluntaria. (64)
El 18 de diciembre de 1880, la división de Lynch llegó al valle de Cañete, famoso por ser centro de grandes haciendas azucareras. Muchos chinos trabajaban allí y recibían tratos infrahumanos. Se plegaron a la división, Lynch los declaró libres, y éstos le prestaron toda clase de cooperación posible. Lo mismo ocurrió en Pisco, Asia, Bujama, etc., todos centros agrícolas. "Los chinos marchaban en la avanzada con el regimiento de granaderos a caballo; lo seguían sobre mulas y detrás de los regimientos de infantería y los bagajes". (65)
En el mismo mes, en la Hacienda de Montalván, propiedad del ilustre ex Director Supremo de Chile, general Bernardo O'Higgins, en Cerro Azul, Lynch dio libertad a numerosos chinos que estaban engrillados, otros cargados de cadenas, algunos de ellos las llevaban desde hacía cinco años. (66)
La primera división arribó a Lurín el 26 de diciembre en óptimas condiciones gracias a la colaboración de unos 1,500 culíes chinos, particularmente por sus labores de preparación de alojamiento, abrir pozos o limpiar pozos cegados. El ingeniero Arturo Villarroel dirigió estas labores, quien, según decían, también se comunicaba con los chinos en idioma chino, lo que fortificó la moral de los culíes. (67)
Acerca de la disciplina de los militares chilenos, el plenipotenciario británico informó a Londres sobre el desembarco de Lynch en Chimbote, en octubre de 1880: "la propiedad de los neutrales ha sido religiosamente respetada". (68) Meses después, el mismo diplomático también informó a Londres de la toma de Lima por el Ejército chileno: "Las fuerzas chilenas, ahora en posesión de Lima y Callao, parecen haber mantenido estricto orden cuando entraron y han continuado en el mismo estado de excelente disciplina hasta hoy". (69)
Por haber logrado aprecio y admiración, sus contemporáneos le dieron vatios apodos a Lynch, entre ellos "El Príncipe Rojo", quizá el más conocido. Varios autores lo atribuyen al color zanahoria de su pelo, (70) mientras otros creen que se debe a su estrategia de incendiar las fincas azucareras de los hacedados peruanos. (71) A nuestro juicio, ese apodo tendría que ver quizá con su uniforme de estilo francés, con quepis y pantalones de color rojo. También lo llamaban "Héroe de Chorrillos" por su excelente desempeño en la batalla del mismo nombre. (72) Otros lo denominaban "el Último Virrey del Perú", en referencia a que, siendo general en jefe del Ejército de Operaciones en el norte del Perú, recibía, como un príncipe, a todos los embajadores y representantes diplomáticos en Lima. (73) Así también lo recordaban los peruanos que gustaban del orden y la disciplina. Además, tenía otros sobrenombres como "Príncipe Negro" y "Príncipe de Fierro", tal vez por su firmeza en la acción.
Durante la ocupación de Lima, Lynch adoptó algunas medidas para proteger a los chinos. En atención a una solicitud del cónsul general de Portugal fechada el 5 de julio de 1881, en la cual denunciaba abusos cometidos en las casas de enganche de asiáticos, Lynch decretó, el 18 del mismo mes, su clausura inmediata, prohibiendo abrir nuevas casas sin permiso del cuartel general. Sin embargo, la situación persistió. Lynch dictó un segundo decreto el 23 de septiembre para cerrar todos los establecimientos de la contrata de asiáticos. Con el fin de lograr un sistema de reglamentación clara, expidió, el 6 de marzo de 1882, otro decreto para establecer una oficina en la que debían legalizarse los contratos, con el fin de evitar abusos de engaño y de fuerza. Gracias a dichas medidas, los abusos disminuyeron considerablemente. (74)
¿Fue el general Lynch realmente "El Liberador de los Culíes"? ¿Fue "el más hábil en utilizar a los chinos" y "conocía la forma precisa para ganar voluntarios chinos"?
Antes de emprender la expedición, Lynch no parece haber pensado en la existencia de los culíes en el Perú. Es decir, los culíes nunca fueron parte integrante de la estrategia en su plan presentado al presidente Pinto en junio de 1880. Después, aunque la utilización de los culíes fue una parte un tanto "improvisada" de la táctica, Lynch dio libertad a numerosos culíes de diversas haciendas durante su marcha de Ica a Lurín, y esto es un hecho innegable. Si bien una vez Lynch le reprochó al capitán Arturo Villarroel el haberle propuesto que liberara a otros culíes de las haciendas vecinas, (75) quizá lo hizo por consideraciones propiamente militares, y no porque no hubiera querido liberar a los infelices. Ese episodio nos da una idea más clara aún. Creemos que la libertad que Lynch dio a los culíes fue circunstancial, dado que su marcha "no tenía interés militar" y era de "puro y simple pillaje". Entonces, los culíes encadenados en algunas haciendas vecinas que no estuvieron en el trayecto de su marcha, dejaron de ser preocupación de Lynch. Sencillamente, liberar a los infelices no fue su misión. Además, la inesperada pero aprovechable compañía de los "gitanos sin disciplina" coadyuvó a la realización de su misión de "pillaje". En fin, por su contribución a la libertad de los encadenados, Lynch se merece el título: "Libertador de los Culíes Chinos", si bien no lo hizo a propósito ni por consideración moral.
Los chinos voluntarios en la Guerra del Pacífico
Tras el estallido de la guerra, la actitud de los culíes respecto de las partes beligerantes será un punto de primordial importancia del presente acápite. Prestaron su ayuda a la expedición chilena en su marcha, desde septiembre de 1880 hasta enero de 1881. Es consabido que los chinos brindaron su apoyo al Ejército chileno, pero precisamente ¿qué papel jugaron en las batallas de Chorrillos y de Miraflores?
Los tratos de los patrones peruanos dados a los culíes fueron tan malos y prolongados, que era natural que estos infelices reaccionaran en su contra en circunstancias propicias. (76)
La Guerra del Pacífico proporcionó a los culíes una gran oportunidad para vengarse de sus patrones. Pero ¿es cierto que los chinos contribuyeron tanto a la victoria militar chilena?
En realidad, el aporte de los culíes fue en gran parte de carácter logístico, y de "pequeños servicios" como asistentes de soldados; no obstante, impulsaron la avanzada del ejército expedicionario. ¿Cuáles fueron las funciones que realizaron los culíes en la guerra?
Al enterarse de la operación militar de Chile, los culíes trataron, con más entusiasmo, y por supuesto con mayores esfuerzos, de fugarse de las haciendas y, antes de salir, saquearon cuanto pudieron. Robaron lo que en ese estado de guerra era lo más importante: animales que les servirían de alimento (vacunos y lanares), y otros como transporte (acémilas). (77) Sus acciones en forma directa o indirecta afectaron psicológicamente a los hacendados, causándoles preocupación, hasta el pánico. El 20 noviembre de 1880, las tropas chilenas encontraron en Pisco a los "chinos fugitivos": "era imposible comprender lo que estos emancipados, locos de alegría, procuraban indicar en su terrible jerga i con sus jestos extravagantes". (78)
Los casi 2,000 exculíes siguieron a las tropas chilenas desde Chincha, Cañete, Asia, Mala, Chilca y finalmente Lurín, un recorrido total de 263 kilómetros. Según Jorge Basadre, los chinos en Chimbote, Puente y Supe, al igual que los de otros departamentos, dieron pleno apoyo a la expedición. (79) Los chinos aprovecharon para tomar revancha por su cuenta. En Chincha Baja, unos mil chinos que siguieron a la brigada, prendieron fuego a una bonita iglesia en San Antonio durante la noche. En realidad, la orden de los soldados chilenos fue: "arrasar el pueblo, respetando sólo la iglesia". Con todo, saquearon y después incendiaron las casas de ese pueblo. (80) Por otra parte, los culíes "ayudaron a los soldados a llevar sus armas i equipajes" en su marcha desde Pisco a Lurín. (81)
Varios chinos formaron parte de un piquete de pontoneros. El capitán de pontoneros Arturo Villarroel informó el 29 de diciembre de 1880: "[...] organicé en Pisco un grupo de esforzados ausiliares asiáticos, que han prestado mui eficaz cooperación". (82) Además, tal como se ha mencionado anteriormente, varios chinos ayudaron a Villarroel a abrir pozos en Jaguey, y así se aseguró el abastecimiento de agua, lo que contribuyó enormemente a la posterior marcha. Por otra parte, Villarroel, "Jeneral dinamita", dirigió la "Lejión Asiática" para desenterrar las minas y los torpedos, por lo que ésa fue llamada "Legión de Vulcano". (83) Además, en Chira, antes de llegar a Lurín, "los chinos prestan buenos servicios recojiendo heridos del campamento", que era trabajo de enfermeros. (84)
Al llegar a Lurín, los mil y tantos chinos celebraron una reunión el 9 de enero de 1881 para hacer un juramento. Acordaron "ponerse de acuerdo con los 10,000 (paisanos) en Lima para que todos protejan a los chilenos i hagan el mayor mal a los peruanos". (85) La colonia china en Lurín, aumentada por los que siguieron a la División Lynch, ofreció sus servicios al general en jefe, como muestra de reconocimiento. Entre otras labores, ayudaron a transportar enfermos. (86)
Quintín Quintana era un protagonista clave del grupo de chinos. Según Rodríguez Pastor, un hacendado iqueño (de Ica, donde en 1876 hubo 4,920 chinos) tenía el mismo nombre y apellido, mientras Rolando Pachas indicó que el líder de culíes era un chino liberto, quien había adoptado el nombre de su expatrón iqueño, (87) lo que era un uso común entre los culíes.
Según informó el diario El Heraldo de Santiago, el 11 de enero de 1881, "los chinos fueron convocados por "la voz omnipotente del compadre Quintana" en un templo chino en Lurín. El exculí era dueño de dos fincas y dos tiendas, pero, aunque llevaba una vida cómoda, no estaba satisfecho, siempre soñaba con liberar a sus coterráneos de la esclavitud. Cuando llegaron las tropas chilenas al mando del comandante en jefe, coronel José Domingo Amunátegui, (88) hospedó en su casa a varios jefes chilenos y les ofreció muchos servicios, incluyendo los de práctico de los caminos.
En esa solemne ceremonia de juramento, "se inmola un gallo delante del altar, i, bebiendo su sangre, se promete ultimar al que traicione, i beberle su sangre de la misma manera que al gallo, para lo cual quedan todos obligados". Se juró obedecer al comandante en jefe de modo que "si ordena trabajar, trabajar; si matar, matar; si incendiar, incendiar; si morir, morir". (89)
En ese acto, Quintana, que vestía un traje militar indefinido, habló como sigue.
He vivido veinte años en el Perú; he conseguido los medios de vivir; los caballeros se han portado bien conmigo y familia; no tengo odio personal; pero me lleva a sacrificar mi fortuna i a hacer lo que hago por estos infelices cuyos sufrimientos no podría nadie imajinar. Hai aquí hermanos que durante ocho años han estado cargados de cadenas sin ver el sol, i los demás han trabajado como burros [...] que el Jeneral los lleve donde quiera i que ¡yo los mando a todos! (90)
En el acto, el oficial chileno Domingo Serratera contestó a nombre del general en jefe: ellos tendrían en cuenta lo que Quintana había indicado, lo que los voluntarios chinos necesitaban y deseaban. (91)
Los chinos, que pasaban de 1,200, entraron a ejercer sus funciones bajo la dirección de un jefe supremo, "un segundo, cuatro de división, doce de centurias i veinte de decurias. 150 fueron puestos a las órdenes de Arturo Villarroel, escojidos entre los más resueltos i valientes, y 440 para el servicio de las ambulancias". Y el resto efectuaron los servicios menores del ejército; hasta el más humilde soldado chileno podía decirles: "páseme un poco de agua". En realidad, casi todos eran asistentes de soldados, salvo dos médicos de medicina china que curaban con hierbas. Según aseguró Quintana que, "siendo de bala o de arma blanca, no hai herida que resista a los menjunjes que preparan con recetas tradicionales". (92)
Aparte de los servicios menores, varios culíes también proporcionaron informaciones importantes para la operación militar chilena. El comandante Ambrosio Letelier informó: "... con los informes tomados de jente del pueblo, especialmente de los chinos, quise avanzar ... para observar la posición que ocupaban las fuerzas enemigas". (93) La fuente chilena comprueba la acusación de Mariano Felipe Paz Soldán, quien anota: "los culíes servían de espías y mensajeros de los chilenos". (94)
En las batallas para conquistar Lima, a los chinos les fueron asignadas funciones más variadas. Según Sergio López, profesor de la Academia de Guerra de Chile, la división de trabajos se realizó como sigue: 500 de los más jóvenes fueron designados pontoneros y zapadores; 300 fueron destinados a las tres ambulancias; 200 al parque de materiales bélicos; 100 a bagajes y distribución de forraje y ganado, 300 a la Intendencia General, y 100 a misiones varias. (95) En San Juan de Chorrillos, gran número de chinos incluso "sirvieron de bestias de carga". (96)
Hasta donde sabemos, los chinos no participaron en forma directa en los encuentros propiamente militares, si bien hay un caso que indica que un chino armado de una pala dio un palazo en la cabeza a un peruano, matándolo en el acto. (97) En realidad, era probable que hubieran chinos conocedores de la técnica militar puesto que entre los culíes se encontraban oficiales militares manchúes o personas que habían tomado parte en la Rebelión Celestial Taiping en China. (98)
Varios autores afirman que los culíes chinos fueron organizados por la oficialidad chilena convirtiéndolos en el Batallón Vulcano. (99) Sin embargo, no se ha encontrado ningún documento que establezca su reconocimiento por las autoridades castrenses chilenas, si bien el corresponsal del diario El Heraldo informó que "los chinos han recibido de la Intendencia Jeneral del Ejército un traje completo de brin, desde kepí a zapatos [...] su alegría sólo es comparable con la de niños cargados de dulces [...]". (100)
Los historiadores peruanos Pachas y Rodríguez afirman que en las batallas de San Juan de Miraflores y Chorrillos, los voluntarios chinos actuaron como guías, zapadores, enfermeros, empuñando las armas abandonadas, destruyendo las tapias, etc., cumpliendo importantes labores a favor de los chilenos. (101)
Varios autores indican que las tropas chilenas reclutaron a los culíes y los organizaron en un Batallón Vulcano, o Batallón Chino, o bien, brigada culí. (102) No obstante, de acuerdo con los materiales primados que hemos consultado, las tropas chilenas no reclutaron a los culíes, aun cuando Lynch sí fue instruido por su gobierno para engrosar su tropa, sino que los trabajadores chinos, una vez escapados de las haciendas cañaverales o algodoneras, siguieron voluntariamente a las filas del Ejército chileno. Las tropas chilenas no pidieron su colaboración, pero los chinos ofrecieron gustosos sus servicios a ellos, en retribución de la libertad que les fue otorgada. Creemos que la anterior es una afirmación más cercana a la verdad.
Con respecto al nombre, si bien nunca aparece el llamado "Batallón Vulcano" en los documentos oficiales de Chile, el profesor y teniente coronel [ret.] de Chile, Sergio López, dice que "el batallón chino fue revistado por el general Manuel Baquedano, quien había ordenado que se vistieran y equipara 'esta unidad militar' con el uniforme de brin, quepíes y botas amarillas de tropas". Aparte de eso, en la obra de Pascual Ahumada, el diario El Heraldo informó que "[...] los chinos han recibido de la Intendencia Jeneral del Ejército un traje completo de brin, desde kepí a zapatos [...]". (103) Los autores peruanos Rodríguez y Pachas, a su vez, también lo afirman como tal.
Acerca de las funciones de los voluntarios chinos, durante la investigación no hemos encontrado otros materiales primarios que abordaran las acciones militares específicas realizadas por los culíes, puesto que, prácticamente en el mayor de los casos, los militares chilenos los utilizaron para los trabajos de "asistentes de soldados".
Con base en los referidos datos, se puede apreciar el testimonio fehaciente de una verdadera participación de voluntarios culíes en la guerra a favor de la causa chilena, aun cuando el Ejército de Chile no lo quiera admitir explícitamente por razones obvias, al tener que recordar el prejuicio o malquerencia abrigados y expresados por escrito por los dos citados militares chilenos. A pesar de todo, la historia debe tener su cara real, nos guste o no. Los culíes chinos tenían el derecho a reivindicar su honor por haber contribuido con el Estado chileno, lo cual es comentado a veces en las charlas como una anécdota histórica, (104) pero básicamente se ha encubierto o, al menos, dejado pasar por alto.
La suerte de los chinos en la guerra y la postguerra
Tras la batalla de Miraflores y antes de que las puertas de Lima se abrieran al paso del Ejército chileno el 17 de enero de 1881, en las dos noches anteriores (15 y 16) ocurrió un desorden horrible de saqueos e incendios que casi destruyó la ciudad. La furia siniestra provocada por la derrota militar peruana, mezclada con el prejuicio limeño hacia los pequeños comerciantes orientales, exacerbada por las envidias y rivalidad entre los culíes miserables y los chinos libertos acomodados, hizo explosión dando origen a un horroroso vandalismo. En la noche del 15, los culíes fugitivos y los libertos desposeídos, unidos con el lumpenproletariado de la ciudad, atacaron violentamente a sus más adinerados connacionales, ocasionando la muerte a más de 300 comerciantes chinos y dejando a muchos otros arruinados económicamente. (105) Con respecto a que si los culíes tomaron parte o no en la masacre y saqueo contra sus coterráneos, la mayor parte de los historiadores opina que los chinos no lo hicieron, sino que dicha masacre fue perpetrada por los mismos soldados peruanos dispersos.
De acuerdo con un documento, los soldados peruanos desmoralizados e irritados por la derrota, atribuyendo los hechos a los extranjeros, en las noches del 15 y 16 atacaron los bienes de extranjeros, quemaron las casas y perpetraron numerosos asesinatos, principalmente contra los chinos. (106)
El corresponsal del diario de Santiago El Ferrocarril describe así los hechos:
El día 16, el desorden era espantoso en Lima... La soldadesca, ebria y embrutecida, prendió fuego a todo el barrio chino y todas las propiedades chinas... Los soldados peruanos se entregaron al pillaje, a la matanza, gritando con voz enronquecida: mueran los gringos y mueran los chinos... miembros de la Asociación Internacional se consagraban a sofocar el fuego..., empeñaban un verdadero combate con los soldados peruanos que habían llegado al paroxismo de la barbarie asesinando a indefensos chinos... (107)
Según Tomás Caivano, el 15 de enero de 1881 se llevó a cabo la rendición de Lima. Mientras tanto, más de 1,500 soldados armados de la guarnición del Callao llegaron a la capital, descontentos por la capitulación. Como no era posible una verdadera resistencia contra el Ejército chileno, tuvieron la idea de castigar y vengarse de los chinos, quienes habían sido de gran ayuda al Ejército chileno. Según el informe del plenipotenciario alemán en Chile, la captura de Lima ocurrió en buen orden. Por el contrario, las tropas peruanas, que huían poco antes de la entrada de los chilenos, provocaron disturbios en la capital. Y éstos pudieron ser sofocados después de que la guardia de seguridad, formada por extranjeros, fusilara a varios de los que cometieron excesos. (108) Rodríguez Pastor dice que, según un testigo, los autores eran soldados desertores que no salieron a combatir. De todos modos, gracias a las compañías de bomberos extranjeros, italianas, inglesas y francesas, que ayudaron a combatir el fuego, la ciudad se salvó de la destrucción. (109) El plenipotenciario británico informó que el orden había vuelto a la normalidad gracias a las patrullas extranjeras llamadas "Guardias Urbanas". (110)
Un telegrama informó desde Arica que "...en la noche del 15 y 16, el cholaje saqueó e incendió las propiedades chinas y algunas extranjeras. Debido a la guardia extranjera, Lima no fue destruida [...] La entrada de chilenos ha devuelto la tranquilidad a todos los ánimos [...]". (111)
La situación fue tan caótica que las colonias extranjeras y el alcalde de Lima, coronel Rufino Torrico, se vieron en la necesidad de pedir al general Baquedano su intervención para que pusiera término al vandalismo. (112) Según el informe enviado por el plenipotenciario británico a Londres, las fuerzas chilenas mantuvieron una excelente disciplina en Lima desde que entraron. Sin embargo, el general Baquedano no pudo encontrar ninguna autoridad peruana competente con quien tratar. Presentó una petición al presidente de la Corte Suprema, pero recibió una respuesta fría, contestándole que las cortes de justicia estaban en goce de sus vacaciones y que no le correspondía contravenir el reglamento establecido. (113)
No solamente la capital fue víctima del saqueo, Callao también fue escenario de una horrorosa brutalidad. El 17 de enero por la mañana, hordas de cholos, acompañados de negros y mulatos ebrios actuaron contra los infelices chinos, destruyendo sus bienes. Aún más, una veintena de chinos fueron arrastrados a la plaza principal y preparados para ser sacrificados todos juntos. Gracias también a algunos extranjeros de la guardia urbana, fueron salvados de la hecatombe. (114)
A las violentas acciones de Lima y el Callao, también se sumaron aquéllas contra los chinos en el valle de Cañete y Cerro Azul. En febrero de 1881, los negros y cholos que llevaban soportando treinta años de odio por esos inmigrantes chinos, aprovecharon el caos en Lima para perpetrar una matanza incendiando los cañaverales. "Los asiáticos, indefensos, sorprendidos e ignorantes de su culpabilidad, fueron muertos a palos, a machetazos, a pedradas, a cuchillo, de mil maneras". Y los cadáveres fueron arrojados en medio de un patio en donde servían de profanación. Las mujeres negras se los disputaron mutilando los cuerpos de las víctimas. (115)
Según el diario La Actualidad, en marzo de 1881 ocurrieron desórdenes en Cañete, donde 50 asiáticos fueron asesinados. (116) Al mes siguiente se informó que los negros continuaron con mayor furia contra los chinos. La gente honrada trataba de alejarse. Durante este caos no menos de mil chinos fueron asesinados. (117)
En junio, casi cuatro meses más tarde, los ataques contra los chinos aún no habían terminado. Los montoneros al mando del prefecto, coronel Noriega, mataron en un solo día a 1,086 chinos, y el resto, un número de aproximadamente 3,000, tuvieron que parapetarse en la Hacienda Casa Blanca, en Cerro Azul, donde construyeron barricadas, (118) y se atrincheraron durante cuatro meses hasta que llegó una fuerza chilena; los negros y cholos huyeron despavoridos. (119) Un periodista chileno informó de la situación horrible; los negros vendían a los chinos la modalidad de su muerte: un balazo al corazón valía más que el ser degollado, y quien no tenía dinero era bárbaramente martirizado. (120)
Como consecuencia de la amenaza a sus vidas, unos 2,500 chinos huyeron en julio de 1881 del valle de Cañete, Chincha y Tambo de Mora, y llegaron a Pisco, según informó el comandante J.J. Latorre, quien afirmó que ellos habían abandonado las haciendas por temor a los montoneros. Pese a todo, los chinos siguieron acompañando al Ejército chileno, si bien una buena parte se fue quedando en las mismas haciendas, pues, según Latorre, ellos no conocían ni la lengua ni la costumbre de Chile. (121)
Según estimó posteriormente el ministro chino en el Perú, Chuei Kuo-yin, el número de chinos que habían perdido la vida durante esa guerra fue de 4,000 a 5,000. (122) Además, el sentimiento antichino en el Perú permaneció a flor de piel durante mucho tiempo. Aún en 1891 se veían letreros con la leyenda de "Fuera chinos" en las paredes de las calles limeñas. (123)
¿Cuál fue la suerte de los chinos tras la guerra? Según Rodríguez Pastor, una gran cantidad de chinos fueron encadenados y enviados a las zonas fronterizas (con Chile), donde posiblemente los destinaron al trabajo de extracción del salitre. Rodríguez Pastor añade que Lynch negoció con los hacendados y les devolvió los chinos fugados al considerar que Chile no podía hacerse cargo de un país que no producía, opinión que comparte con Héctor López Martínez, otro historiador peruano. (124) Segall también estima que "...los culíes debieron de sufrir al ser enviados con cadenas y bajo vigilancia militar a las peores zonas fronterizas del Perú". (125) Es posible que Segall haya empleado la misma fuente que dichos autores (no precisó el origen de su información). No obstante lo anterior, ya en diciembre de 1880, el prefecto de la provincia de Chincha, Agustín Matute, ordenó que se comunicara a sus ciudadanos como sigue: "Adviértales que, llegado el caso, se impartirá nueva orden [de] que saquen los animales útiles y los chinos porque se los están llevando a las salitreras de Iquique y Antofagasta". (126) Eso dio a entender que las tropas chilenas estuvieron mandando culíes al sur del Perú, en una época en que esa zona había sido ocupada por Chile. Sin embargo, si los culíes fueron llevados "encadenados, y bajo vigilancia militar", a nuestro juicio, es dudoso pues no había necesidad de hacerlo de esa manera, y menos probable aún si se trataba de un grupo de extranjeros que durante la guerra habían dado valiosos aportes al Ejército chileno.
El diario La Actualidad transcribió y publicó un extracto del Boletín de Sociedad de Agricultura de Santiago, el cual manifestaba el reconocimiento a los chinos por su ayuda en la guerra. Relató de este modo:
...habiendo prestado los asiáticos, motu proprio, servicios inapreciables a nuestro ejército, ...han acercado una copa de agua a los labios febriles de nuestros soldados, enjutando la preciosa sangre de los heridos i cerrado los ojos a los muertos... Chile tiene que dar en Pekín los pasos conducentes a asumir de suyo el protectorado de los coolies [...] no envaina su espada victoriosa mientras que no haya desaparecido de la tierra de los Incas, la vergonzosa trata de coolies... tiene que enviar instrucciones a sus ministros en Londres, París y Washington para que llamen la atención sobre el crimen contra la humanidad entera i el espíritu del siglo XIX. (127)
En realidad, hay fuentes fidedignas que se refieren a los chinos en la zona salitrera, sin hacer mención de los malos tratos, si bien en un tono de desprecio. Se publicó que, en marzo de 1881, el barco El Mendoza llevó 80 "hijos del Celeste Imperio" procedentes de los ingenios en Chimbote. El diario informó: "Toda esa raquítica porción de hombres... pisa hoy este suelo chileno como una segura salvación de sus vidas y la tranquilidad de su porvenir... que no tengan un elemento desmoralizador". (128)
En marzo de 1883, un enganche de 180 chinos llegó a Huanillos desde el Callao. (129) En 1885, el mismo diario reportó la presencia de chinos en Iquique como sigue:
La comunidad china de Iquique pretendidamente recibió la reapertura de las guaneras en 1885, dirigiéndose a ellas en grandes cantidades ... los chinos ya se habían dispersado por toda la provincia, los que aún permanecieron ligados al guano no deben [de] haber pasado de 200. (130)
En aquella época, los prejuicios raciales de los chilenos contra los chinos no eran muy diferentes de los prejuicios de los peruanos contra los chinosó Héctor López Martínez cita el Diario de Campaña de Alberto del Solar, en el cual sobran los comentarios negativos del autor sobre los chinos. Con respecto a los culíes que siguieron a la División Lynch, escribe:
Los chinos nos sonreían y en el afán de demostrarnos sumisión ... de la manera más cómica y servil.
Describe a los chinos que habitaban en Lima como sigue:
... raquíticos, sucios, mal traídos, pendencieros y flojos, suelen ser manipulados a látigo como las bestias, a las cuales llegan a asemejarse cuando el abuso del opio los ha embrutecido casi del todo. (131)
Describir de esa manera a los chinos da la sensación de que, si el autor no tenía prejuicio contra la raza china, al menos les cayó muy mal a los chinos que él encontró en aquellos tiempos de guerra.
El diario Veintiuno de Mayo de lquique mostraba tempranos prejuicios contra los chinos durante la ocupación chilena. En 1880 informó:
... chinos éstos, sordos gusanos invasores de raza amarilla, que, como lá fiebre del mismo nombre, van invadiendo lentamente y demacrando las razas más fuertes que a su paso encuentran. (132)
Un sentimiento parecido se aprecia en las obervaciones del escritor chileno Justo Abel Rosales en su diario de campaña en el Perú. Estando en el campamento de Lurín en diciembre de 1880, descubre a los culíes fugados de las haciendas:
... Seguían a estas tropas un gran número de chinos, que parecían una recua de burros ... (133)
Un día de febrero de 1881, ese joven militar fue a un teatro chino, que era un lugar exótico y atractivo para la soldadesca invasora, (134) y lo relató así:
Nada me fue más repugnante que atravesar un largo pasadizo con piezas a ambos lados, todas llenas de chinos jugando, |...]hablando y gesticulando, cual una manada de monos.
Acerca de la presentación, relató como sigue:
Empezó la función ... todos los personajes gritando como gatos ... ni un aplauso oí, tal vez porque no los acostumbraban los señores canacas. (135)
A lo mejor al autor le gustaba emplear nombres de animales para describir a las personas; sin embargo, se deja entrever su desdén hacia los chinos.
Según un censo comercial efectuado en Lima hacia 1881-1883, el total de comerciantes chinos identificados constituía 6.45% del total. Y el rubro mayoritario era de almacenes de abarrotes. (136) Según el diario La Actualidad, de la fuerza ocupadora, los chinos en Lima cometieron bastantes delitos, causando muchos problemas y molestias, por lo que fueron perseguidos. Dicho diario comentó: "La baja colonia china parece que tiene el diablo en el cuerpo [...] no pasa un día sin que cometan algún asesinato, se mezclan en cuanto robo i desorden, dan i reciben cuadrillazo i a mano armada a la policía". (137) Por el desorden, la policía solicitó a la autoridad militar que "ordene cerrar las casas de juego, que son el centro de lajente perdida". (138) El 31 de marzo de 1881, un piquete del Regimiento Curicó salió en persecución de un chino acusado de hurto, pero algunos chinos hicieron fuego a esa patrulla en un teatro chino, resultando dos soldados heridos. ¡Los militares chilenos tomaron prisioneros a 518 chinos! Fueron castigados respectivamente. (139) Según un historiador peruano, muchos chinos portaban armas, tal como gran parte de los limeños, utilizándolas en defensa de sus paisanos que "eran perseguidos por los soldados chilenos. Aún en 1882, el problema seguía irresuelto". (140)
Existía un temprano prejuicio racial en la élite chilena contra los chinos, lo cual condicionó su rechazo a la inmigración de éstos. En 1881, en Chile se creía que esa inmigración tenía algunas de sventajas. Primero, los chinos eran elementos que no ofrecían garantía de poder adaptarse a la tierra chilena. Segundo, los chinos miraban con gran desprecio la religión y civilización chilenas. Tercero, sería una inmigración con una cultura muy contraria a la de Chile. Cuarto, la situación de los asiáticos era mucho más abominable que la de los africanos. (141)
Terminada la guerra, cierto número de chinos voluntarios se estableció en las tierras chilenas de Taracapá. (142) Ellos fueron los primeros chinos que llegaron en masa a Chile.
De acuerdo con una fuente, Quintana bautizó a uno de sus hijos con los nombres de "José Domingo", en memoria de "su compale", el coronel Amunátegui, según lo pronunciaba el exculí. Su familia fue hospedada a bordo de un buque, cumpliendo una orden del ministro de Guerra, en 1881. (143) Posteriormente, viajó a Chile con su familia. Tras la guerra, sirvió en la sección de investigación de la policía. "Era muy comunicativo y simpático por su modales correctos y su elegancia en el vestir". (144)
Lo mismo sucedió con el "chino Aján", quien había prestado un importante servicio al Regimiento de Lautaro en la expedición a Moquegua. Llegó también a Chile tras la guerra. Se lo veía siempre con sus viejos camaradas [chilenos] en los actos públicos donde concurrían los veteranos y era muy estimado entre sus compañeros. (145) Probablemente Aján fue uno de los personajes a quienes el contador chino en Iquique describió: "hace muchos años, en los desfiles del 21 de mayo [Día de Gloria Naval de Chile], recuerdo haber visto algunos chinos viejitos veteranos del 79 [Guerra del Pacífico]". (146)
Ignacio Ayán también fue uno de ellos. El chino, cuyo nombre se pronuncia en cantonés "Lam Man Jon", tomó parte en la captura de Lima cuando tenía 26 años. Llegó a Chile y vivió sus últimos años pensionado por el gobierno chileno en el Hogar del Veterano, ubicado en la calle Román Díaz número 38 de la capital. Regaló una foto a la Sociedad de Beneficencia Chung Hwa de Santiago, en la cual aparece con las condecoraciones otorgadas por el gobierno chileno en reconocimiento de sus méritos en esa guerra. Dicha foto colgaba en la citada institución china antes de la década de 1970. (147)
Ninguno de ellos se parece a los "monstruos" que describieron el señor Rosales y el señor Del Solar en sus obras referidas.
Al final de este capítulo hemos logrado destacar algunos puntos interesantes acerca del presente tema. En primer lugar, la feliz coincidencia de que Lynch, conocedor de China, haya sido el comandante chileno que tuvo el primer contacto con los culíes en el Perú y se valiera de sus servicios para conseguir su propósito psicológico y político, en lugar del militar, en la guerra.
Segundo, la colaboración china parece haber sido voluntaria, más que por convencimiento de Lynch. Se puede decir que Lynch fue muy hábil en utilizar a los culíes sin que ellos se dieran cuenta.
Después de la guerra, la actitud de los chilenos con los chinos recién llegados no difiere mucho de la actitud peruana, excepto en su trato. Fue una mezcla de gratitud y desprecio. Chile agradeció el aporte de los culíes, pero, a su vez, los desdeñó. Después de todo, se puso término al sistema de trabajos forzados al cual estaban sometidos los culíes en el Perú.
Con respecto a las razones y circunstancias de la migración china a Tarapacá, habría varias posibilidades. Primero, emigraron de la costa norte de Lima a ese desierto atraídos por oportunidades de trabajo. En la década de 1880, la remuneración de los obreros en las guaneras era de dos pesos diarios, mientras en las ciudades difícilmente llegaba a un peso, y los jornaleros urbanos en el sur de Chile ganaban entre los 70 y los 90 centavos diarios. Por esa razón, es probable que algunos chinos llegaran allí bajo libre contratación. (148) Por supuesto, no debe descartarse la huida de culíes, del Perú hacia Tarapacá, en busca de nuevos horizontes. No obstante, el reclutamiento forzoso aludido por varios historiadores peruanos es, a nuestro juicio, menos probable pues, según estipula el artículo 132 de la Constitución Política de Chile de 1833, "en Chile no hay esclavos, y el que pisa su territorio queda libre". (149) Por otra parte, en la década de 1860, el gobierno chileno prohibió, por medio de varias instrucciones, a los barcos de sus nacionales dedicarse al tráfico de culíes. Además, en la práctica, no se conoce reclutamiento forzoso en Chile, si bien hubo chilenos que introdujeron culíes chinos desde Cantón a sus plantaciones en el Perú. (150)
(1) Harold Blakemore, "The Politics of Nitrate in Chile. Pressure Groups and Policies, 1870-1896. Some Unanswered Questions", Rey. franc, d'Hist, d'Outre-Mer, t. LXVI (1979), nos. 244-245, pp. 286-287.
(2) Marcelo Segall, "Esclavitud y Tráfico de Culíes en Chile", Journal of Interamerican Studies (January, 1968), University of Miami Press, Vol. X, No. 1, pp. 126-127. (También se publicó en el Boletín de la U. de Chile, no. 76, 1967.)
(3) Se usa en el Derecho Internacional y significa como poseéis. La terminología hace referencia a que "las repúblicas tendrán por límites las divisiones que correspondían a las secciones coloniales de que han salido". Véase Arturo Orgaz, Diccionario de Derecho y Ciencias Sociales, Córdoba, Argentina, Assandri, 1952, p. 417. También Guillermo Lagos Carmona, Historia de las fronteras de Chile. Los tratados de límites con Bolivia, Santiago, Ed. Andrés Bello, 2a. ed., 1966, pp. 19-35. Y Camille Farcy, "La guerra del nitrato" (traducido en La France), en: Boletín de la Guerra del Pacífico 1879-1881, Santiago, Ed. Andrés Bello. 1979. p. 342. En adelante se citará como Boletín.
(4) La primera discusión sobre la aplicación de esa teoría fue elevada en el Congreso de Lima de 1847, en que Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y el Perú resolvieron que: "los límites serían los que existían a la fecha en que comenzó el movimiento de emancipación". Véase Samuel Durán, Uti Possidetis, doctrina latinoamericana, Ed. U. de Concepción, Chile, 1977, p. 26. Citado por Sergio Carrasca D., Historia de las relaciones chileno-bolivianas, Santiago, Ed. Universitaria, 1990, p. 18.
(5) Carrasca, op. cit., pp. 19, 28-29.
(6) Por esa época se explotaban algunas covaderas de la provincia de Coquimbo; véase Juan Brüggen M., "Geología de las guaneras de Chile", Revista Chilena de Historia y Geografía (RChHG), no. 94, 1939, p. 136.
(7) John Mayo, "La Compañía de Salitre de Antofagasta y la Guerra del Pacífico", Revista Historia, Universidad Católica (RHUC), 1979, U. Católica de Chile, p. 72.
(8) Lagos, op. cit., p. 33.
(9) Mayo, op. cit., p. 73.
(10) Lagos, op. cit., pp. 44-45. También: cfr. Oscar Bermúdez M., Historia del Salitre, Santiago, Chile, U. de Santiago, 1963, p. 377.
(11) Mayo, op. cit., p. 78.
(12) En el artículo I del referido tratado se estipula: "... ligan para garantizar mutuamente su independencia... obligándose... a defenderse contra toda agresión exterior". Y el Art. IV: "Declarado el casus foederis.., se comprometen a cortar inmediatamente sus relaciones con el Estado ofensor ..." Véase "Tratado secreto entre Bolivia y Perú, de 6 de febrero de 1873", Carrasco, op. cit., p. 433.
(13) Mayo, loc. cit.
(14) Bermúdez (1963), op. cit., p. 379.
(15) Andrés de Santa Cruz, militar boliviano, estableció la Confederación compuesta de su país y el Perú. lo cual fue visto por Chile como una constante amenaza a su seguridad e integridad de su territorio. El general chileno Manuel Bulnes, con la colaboración de varios generales peruanos, logró derrotar el ejército de la Confederación el 20 de enero de 1839. Véase Carrasco, op. cit., pp. 33-44.
(16) Carrasco, op. cit., p. 75.
(17) Bermúdez (1963), pp. 367-368.
(18) Ibid., p. 377. El 4 de agosto de 1837, el ministro de Relaciones Exteriores de Chile instruyó a su agente en Quito, Ecuador.
(19) Alcides Arguedas, en su obra: Historia General de Bolivia (La Paz, 1922), decía que los chilenos ocupaban 93%, p. 349, citado por Carrasco, op. cit., p. 74.
(20) Bermúdez (1963), op. cit., p. 367; Mayo, op. cit., p. 80; Blakemore, op. cit., p. 288.
(21) Ricardo Levene, Historia de América, t. XI, Buenos Aires, pp. 178-179.
(22) El pacto fue aprobado por el Parlamento chileno, pero rechazado por las Cámaras argentinas, lo cual provocó sorpresa de Chile, que en esos momentos enfrentaba a Bolivia y Perú. En el aludido instrumento, llegaron a algunos acuerdos, de los cuales los más importantes fueron: Chile ejercería jurisdicción en el mar y costas del estrecho de Magallanes, canales e islas adyacentes, y Argentina en el mar y costas del Atlántico e islas adyacentes, es decir, en el territorio de la Patagonia. Véase Guillermo Lagos Armona, Historia de las Fronteras de Chile. Los tratados de límites con Argentina, 2a. edición, Santiago, Ed. Andrés Bello, 1980, pp. 43-44.
(23) Mayo, op. cit., p. 85.
(24) Mayo, op. cit., pp. 81-83, 88-89.
(25) Bermúdez (1963), op. cit., pp. 381-382.
(26) Ibid., pp. 383-385.
(27) E. Pertuiset, "Origen del conflicto entre Chile, Bolivia y Perú" (traducido del Fígaro de París), en: Boletín, op. cit., pp. 214-215.
(28) Thomas Osborn al secretario de Estado, No. 83, 20/2/1879, en: Informes inéditas de diplomáticos extranjeros durante la Guerra del Pacífico, Santiago, Chile, Ed. Andrés Bello, 1980, pp. 143-145. En adelante se citará como Informes.
(29) M.F. Paz Soldán, Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, Buenos Aires, 1884, citado por Mayo, op. cit., p. 98; Blakemore, op. cit., pp. 291-292.
(30) Juan Siles Guevara, Bolivia's right to the Pacific Ocean, La Paz, Bolivia, 1980, pp. 61-62. Su título original es Ensayo crítico sobre Bolivia y Chile. Esquema de un proceso diplomático (1967), traducido por María Alicia Crespo de Pakerson.
(31) Mayo, loc. cit.; Blakemore, p. 291 (y nota 33).
(32) Véase V.G. Kiernan, "Foreign interests in the War of Pacific", Hispanic American Historical Review, vol. 35, 1955. También Peter J. Sehlinger, "Las armas diplomáticas de inversionistas internacionales durante la Guerra del Pacifico", en: Walter Sánchez y Teresa Pereira L. (eds.), 150 años de política exterior chilena, Santiago, Ed. Universitaria, 1977, pp. 44-64.
(33) Mayo, op. cit., p. 99. Sobre la actitud de las potencias europeas, véase Ricardo Abos-Padilla U., "Las potencias europeas en los comienzos de la Guerra del Pacífico", en: Ministerio de Relaciones Exteriores, Anales de Diplomacia, Santiago, Ed. Universitaria, 1984, pp. 328-337.
(34) Véase obras de los dos historiadores, Gonzalo Bulnes, Guerra de Pucífico, Valparaíso, 1911; Francisco A. Encina, Las relaciones entre Chile y Bolivia, Santiago, Ed. Nascimento, 1963.
(35) Blakemore, op. cit., p. 291. Ellos deben de ser los seguidores del principio "pacta sunt servanda" (los pactos deben observarse) en el derecho internacional. Este principio fue convirtiéndose en el principio de "legalismo" en la política exterior de Chile. Sobre el legalismo de Chile, véase Emilio Meneses, "Coping with Decline. Chilean Foreign Policy during the 20th Century", Ph. D. Thesis, Oxford U., 1988, pp. 113-120.
(36) Mayo, op. cit., pp. 100-101.
(37) Vèase Carrasco, op. cit., pp. 90-92.
(38) El gerente de esa compañía, Evaristo Soublettle, dijo que en un país (Bolivia) así, "donde todo es irregular y anormal", quizá sea natural. Hicks, gerente general de la misma, consideraba que "no había más justicia en Bolivia que en Abisinia", en: Mayo. op. cit., pp. 82 y 90.
(39) "Opinión de la prensa inglesa sobre nuestra cuestión con Bolivia", en: Boletín. op. cit., p. 62.
(40) Bermúdez (1963), op. cit., p. 372.
(41) "La guerra en Sud-América" (extracto de un editorial del Times de Londres, 10 de mayo de 1879), en: Boletín, op. cit., p. 216.
(42) Según Benjamín Vicuña Mackenna, nació el 3 de diciembre de 1825 (El Mercurio de Valparaíso, año LIV, no. 16.226, 9 de abril de 1881, interior, 2). Según Francisco Encina, naciÓ el 17 de diciembre de 1824 (Historia de Chile desde la prehistoria hasta 1891, t. XVII, Santiago, Ed. Nascimento, 1951. p. 378). Según Manuel García Lynch, fue el primer día de diciembre de 1824 (Los Lynch de Chile, Santiago, 1992), p. 79. Según Rodrigo Fuenzalida Bade, historiador naval de Chile, Lynch nació en Santiago el lo. de diciembre de 1824.
(43) Sergio López R., "Patricio Lynch", Anuario de la Academia de Historia Militar (Chile), año XI, no. 5, año 1989-1990, p. 93; y Mauricio Jara Fernández, "Patricio Lynch y la colonia china en el Perú", Nuestro Mar, El Mercurio de Valparaíso, 26 de julio de 1990, p. 14.
(44) V.G. Kiernan, The Lords of Human Kind. Black Man, Yellow Man, and White Man in an Age of Empire, N.Y., Columbia U. Press, 1986, p. 292.
(45) En la Escuadra Chilena ya tenía ese rango, pero era probable que no fuera reconocido, por lo que sólo después de haber mostrado el coraje en las operaciones navales, fue nombrado guardia marina por la Marina Británica.
(46) S. López. op. cit., p. 94.
(47) Jara, loc. cit.
(48) S. López. op. cit., p. 97.
(49) Mackenna, loc. cit.; Según M.G. Lynch, el yate Dard, op. cit., p. 85.
(50) Encina (1951), op. cit., p. 380; M.G. Lynch, loc. cit.
(51) Véase "Carta inédita de don Patricio Lynch al presidente Aníbal Pinto, en junio de 1880, referente a la expedición al Norte del Perú"; véase Pascual Ahumada, Guerra del Pacífico, Santiago, Ed. Andrés Bello, 1982, t. IV, pp. 141-142.
(52) En septiembre de 1880, el ministro plenipotenciario británico informó a Foreign Office: "Es posible que la testarudez y el encaprichamiento del señor Piérola implique la necesidad de un ataque militar sobre la capital peruana, operación que será vista con pesar por la mayoría de la gente de Chile ...", véase Pakenham a F.O., No. 60, 17/9/1880, en: Informes, op. cit., p. 391.
(53) "Memorándum de las conferencias", Santiago, 10/8/1880; Thomas Osborn al secretario de Estado, No. 169, 30/9/1880; No. 170, 28/10/1880, en: Informes, op. cit., pp. 174-179.
(54) "Reorganización del Ejército del Norte. Ministerio de Guerra", 29/9/1880, véase Ahumada, op. cit., t. IV, p. 223.
(55) Vergara le instruyó: "Puede V.S. imponer contribuciones de guerra a los distritos que invada y exigir pago en metálico o especies [...], la cuota la fijará V.S. prudencialmente y la hará efectiva con todo rigor, apelando, si es necesario, a la destrucción de la propiedad [...]". "Instrucciones comunicadas al capitán de navío don Patricio Lynch, como jefe de la expedición al Norte del Perú", véase Ahumada, op. cit., t. IV, p. 219.
(56) Víctor Q. Larenas, Patricio Lynch, Almirante, General, Gobernante y Diplomático, Santiago, Ed. Universitaria, 1981, pp. 35-36.
(57) Humberto Rodríguez P., Los trabajadores chinos culíes en el Perú. Artículos históricos, Lima, 1977, p. 8.
(58) Misivas intercambiadas entre los hermanos el 13 de septiembre de 1880, recopiladas en: Boletín, op. cit., pp. 863-864.
(59) Véase "Mr. Gibbs to Mr. Fish", en: Foreign Relations of the United States (FRUS), 1877, pp. 434-435.
(60) Boletín, pp. 861-862; S. López, op. cit., p. 97.
(61) Boletín, pp. 862, 863, 865, 906. "Notas del jefe de las fuerzas chilenas en Tambo de Mora al Ministro de Guerra i Jeneral en Jefe de la la. División, sobre contribución de animales i víveres", Ahumada, t. IV, op. cit., p. 252.
(62) Un militar chileno recuerda: "Vimos muchos de estos pobres chinos que dieron puntapies a varios cadáveres de peruanos que encontraban en el trayecto del Morro a Chorrillos, dirigiéndoles palabras que sólo ellos comprendían, pero por sus manifestaciones se veía a las claras que eran insultos e improperios. Se aprecia que se vengaron de oprobio y esclavitud". Véase Antonio Urquieta, Recuerdos de la vida de campaña en la Guerra del Pacífico, Santiago, 1909, p. 192.
(63) Baron D'Avril al ministro de Relaciones Exteriores, Nos. 161, 22/8/1880; 176, 19/10/ 1880; 180, 10/11/1880, ea: Informes, op. cit., pp. 285, 291-292.
(64) Larenas, op. cit., p. 39.
(65) Ibid., 46. Cfr. Gonzalo Bulnes. Guerra del Pacífico. De Tarapacá a Lima, Valparaíso, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, 1914, p. 627.
(66) "Descripción del viaje de la División Lynch. De Tambo de Mora a Cerro Azul", véase Ahumada, op. cit., t. IV, p. 259. Otro documento indicaba que en esa hacienda "puso en libertad a 23 infelices chinos que, cargados de dobles cadenas, se encerraban en inquisitoriales prisiones", op. cit., p. 255.
(67) Según S. López, Villarroel se había afanado por varios años en Manchuria, siendo el primero en descubrir minas de cobre en esas latitudes. La faena de ensanchar los pozos de Jaguey facilitó el abastecimiento de agua a toda división, lo que aseguró un viaje triunfal. S. López, op. cit., p. 98, y Bulnes, op. cit., p. 630. El historiador peruano Rolando Pachas Castilla afirma que si la división no se hubiera llevado el agua de Jaguey a Cañete, difícilmente se hubiera realizado con éxito su marcha al norte. Véase Rolando Pachas Castilla, "Impacto de la Guerra del Pacífico en el Sur Medio: 1860-1900", en: Raúl Rivera Serna et al., La Guerra del Pacífico, vol. II, Lima, U. Nacional Mayor de San Marcos, 1984, pp. 175-176.
(68) F.J. Pakenham a F.O., No. 70, 4/10/1880, en: Informes, op. cit., p. 392.
(69) Ibid. (No. 6, 11/2/1881), p. 398.
(70) M.G. Lynch decía que este apodo lo recogió Mackenna. Véase M.G. Lynch, op. cit., pp. 79-80, y Mackenna, loc. cit.
(71) Segall decía que "en su época era famoso el 'gallo rojo', el incendio de las propiedades de los señores rusos por sus siervos. Pero el presidente Aníbal Pinto no gustaba del procedimiento 'rojo', y ordenó suspender la represalia de guerra". Segall, op. cit., p. 128.
(72) Lynch informó a su Jefe de Estado Mayor General como sigue: "toda la división de mi mando en la memorable jornada de Chorrillos cumplió con su deber más allá de las exigencias militares". "Comandancia en Jefe de la 1 a. División al señor Jeneral Jefe de Estado Mayor" (s/f), véase Ahumada, op. cit., t. IV, p. 430.
(73) M.G. Lynch, op. cit., p. 86.
(74) Memoria que el Contra-Almirante, D. Patricio Lynch, Jeneral en Jefe del Ejército de Operaciones en el Norte del Perú, presenta al Supremo Gobierno de Chile, Lima, Imp. de la Merced, 1882, pp. 90-92. "Notas del cónsul general del Portugal, Narciso Velarde, a Lynch, y Decretos de Lynch", Anexos (documentos), pp. XLVIII y ss.; "Contratos de Asiáticos", 5/7/1881, Ahumada, op. cit., t. V, pp. 492-493.
(75) "Parte oficial de los trabajos hechos por Zapadores en la marcha de la la. División desde Pisco a Lurín, A. Villarroel al ministro de la Guerra", véase Ahumada, op. cit., t. IV, p. 255.
(76) Hasta 1893, los chinos laboraban en los domingos y eran flagelados, encadenados y engrillados, según reveló una comisión chino-peruana presidida por el subprefecto de la provincia de Trujillo. Véase Rodríguez (1977), op. cit., pp. 9-10.
(77) Humberto Rodríguez Pastor, "En la Guerra del Pacífico", obra inédita, p. 2. Agradecemos la gentileza del profesor Rodríguez por permitirnos emplear su artículo.
(78) "La expedición a Pisco", No. 41, 18/12/1880, Boletín, op. cit., pp. 875-876.
(79) Rodríguez (1977), op. cit., pp. 18-19.
(80) Boletín, op. cit., pp. 906-907. "Correspondencia especial de La Patria, Chilca, 24 de diciembre", véase Ahumada, op. cit., t. IV, p. 262.
(81) "Marcha de la brigada de Lynch de Pisco a Lurín", en "Recuerdos de una misión en el ejército chileno por E. Le Leon, teniente de navío de la marina en Francia i agregado al Estado Mayor del Ejército de Chile en la campaña a Lima", en: Ahumada, op. cit., t. VI, p. 252.
(82)Ahumada, t. IV, p. 255, loc. cit.
(83) Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la campaña de Lima 1880-1881, Santiago, 1881, pp. 805-807.
(84) Boletín, op. cit., p. 925.
(85) "Diario de la Campaña a Lima del Capitán, agregado al Regimiento de Infantería Esmeralda, Elías Casas", en: Ahumada, op. cit., t. VII, p. 35. Según el censo del Perú de 1876, hubo 24,298 chinos en el departamento de Lima.
(86) "Correspondencia detallada e importante describiendo las batallas de Chorillos i Miraflores", Corresponsal de El Ferrocarril, en: Ahumada, op. cit., t. IV, p. 494.
(87) Pachas, op. cit., p. 195.
(88) Entre los jefes superiores del Ejército Expedicionario sobre Lima, el general en jefe era Gral. de División Manuel Baquedano; jefe de la Primera División, coronel Patricio Lynch; comandante en jefe de la Primera Brigada, capitán de navío, Patricio Lynch; comandante en jefe de la Segunda Brigada, coronel José Domingo Amunátegui. Véase "nómina de los jefes superiores ...", Ahumada, op. cit., t. IV, pp. 228-229.
(89) Ibid., "Juramento de los chinos", t. IV, p. 407.
(90) Ibid.
(91) Ibid.
(92) Ibid., p. 408.
(93) Boletín, op. cit., p. 905.
(94) Citado por H. López M., "Lima y los chinos (II)", El Comercio, Lima, 1/3/1979. También así lo afirma otro historiador. Véase Tomás Calvario, Historia de la Guerra entre Chile, Perú y Bolivia, Florencia, 1883, p. 452.
(95) S. López, op. cit., p. 99.
(96) Justo Abel Rosales, Mi campaña al Perú, 1879-1881, Concepción, Chile, 1984, p. 213.
(97) Ibid., p. 219.
(98) Varios culíes chinos en Cuba eran precisamente oficiales militares manchúes, quienes habían sido secuestrados y transportados a esa isla. Antes de firmar el tratado entre China y España, aquélla pidió a ésta que los devolviera a China. Sobre la participación de los culíes chinos en la "Guerra de Diez Años" de Cuba, véase el acápite "Los culíes chinos en Cuba" del capítulo III del presente trabajo. También Han-shen CHEN, Documentaciones Históricas sobre Trabajadores Chinos en Ultramar, Beijing, t. II, p. 655.
(99) Pachas, p. 195; Rodríguez Pastor (1977), p. 20. S. López lo llama "Batallón Chino", p. 99. Segall dice ser una "brigada culí", p. 127. Luis Millones Santagadea dice que la famosa Brigada Vulcano estaba compuesta en su mayoría por 800 chinos liberados de haciendas del valle de Cañete. Millones, op. cit., p. 78. Vicuña decía: en Cañete, hacia diciembre de 1880, a la "brigada infernal de Villarroel se incorporaron no menos de ochocientos chinos alzados". Vicuña (1881), op. cit., pp. 812-813.
(100) "Juramento de los chinos", en: Ahumada. op. cit., t. IV, p. 408 ; S. López, loc. cit.; Pachas, loc. cit.
(101) Pachas, p. 195; Rodríguez (1977), p. 20.
(102) Segall dice que el ejército "reclutó chinos" y los formó en una brigada culí, pp. 126 y 127. Pachas dice que "1,200 chinos fueron organizados por los chilenos en el batallón Vulcano" (p. 195), y Rodríguez Pastor dice que "la oficialidad chilena organizó a los orientales en el batallón Vulcano" (1977, p. 20). Sergio López lo llama "batallón chino", p. 99.
(103) Ahumada, op. cit., t. IV, p. 408.
(104) Dicen que en la Armada de Chile se usa la palabra "carreta" para denominar "amigo", y eso se deriva de la participación de los chinos en la guerra, en la cual ofrecieron sus servicios con las carretas, transportándoles alimentos, municiones y otras cosas. El uso de la palabra fue confirmado por el almirante Roland Mac Intyre, exalto oficial naval y ex-senador de Chile, así como por Jorge Román, capitán y director de Protocolo de la Armada de Chile en 1995. Si bien esta etimología no tiene sólido fundamento académico, es un término ampliamente conocido entre los marineros chilenos.
(105) H. López M., op. cit. (I y II). Luis Millones Santagadea, "Los chinos en el Perú, cuatro siglos de migración y adaptación en el área andina", en: Minoría étnica en el Perú, Lima, 1973, p. 80.
(106) "Recuerdo de E. Le Leon...", op. cit., en: Ahumada, t. VI, p. 258.
(107) "Lima, Callao, Ancón", Correspondencia a El Ferrocarril, en: Ahumada, op. cit., t. IV, 530. También: Boletín, op. cit., p. 971.
(108) "H.A. Schlubach al Ministerio en Berlín", en: Informes, op. cit., p. 66.
(109) Rodríguez (1977), op. cit., pp. 21-22.
(110) F.J. Pakenham a F.O., Valparaíso, No. 4, 26/1/1881, en: Informes, op. cit., p. 397.
(111) Enviado por Eduardo Hempel, recibido en Valparaíso, 30 de enero de 1881, en: Ahumada, op. cit., t. V, p. 104.
(112) Rosales, op. cit., p. 228. Segall, op. cit., p. 129. Rodríguez (1977), loc. cit.
(113) "F.J. Pakenham a F.O.", No. 6, 11/2/1881, en: Informes, op. cit., p. 398.
(114) "Relación de un tripulante de uno de los buques bloqueadores del Callao", en: Ahumada, op. cit., t. V, p. 110. Un joven chileno escribió a su padre, general Basilio Urrutia, relatándole: "Este puerto fue saqueado completamente por los peruanos derrotados, chinos y extranjeros borrachos, se mataban unos con [sic] otros", Ibid., p. 173.
(115) H. Rodríguez Pastor, "El papel de los coolies", en: Gaceta Sanmarquina, U. Nacional Mayor de San Marcos, Lima, no. 7, abril, 1979, p. 7.
(116) El diario La Actualidad, en adelante LA, 9/3/1881.
(117) LA, 28/4/1881.
(118) "Memoria que el Ministro de Guerra presenta al Congreso Nacional de Chile en 1882", en: Ahumada, op. cit., pp. 141 y 380. Larenas dice, el 17 de julio de 1881 montoneros mataron 700 chinos, op. cit., p. 150.
(119) Rodríguez (1977), p. 21; Rodríguez (1979), p. 15.
(120) LA, 28/4/1881.
(121) "J.J. Latorre al Ministro de Marina. Comandancia en Jefe de la Escuadra", Callao, No. 320, 23/6/1881, en: Ahumada, op. cit., t. VI, p. 55; Pachas, op. cit., p. 195.
(122) Citado por Sha, op. cit., p. 149.
(123) Millones, op. cit., p. 81.
(124) Rodríguez (1977), op. cit., p. 20.
(125) Segall, op. cit., p. 128.
(126) Citado por Pachas, op. cit., p. 171.
(127) LA, 1/2/1881.
(128) El diario Veintiuno de Mayo (Iquique), 11/3/1881, p. 2. En adelante VM.
(129) VM, 20/3/1883: se hicieron mención también del 30/1 y del 11/3 de 1884.
(130) VM, 25/7/1885.
(131) H. López M. (II). op. cit.
(132) VM, 16/11/1880, p. 2.
(133) Rosales, op. cit., p. 198.
(134) H. López M. (I), op. cit. Stewart hizo mención de que "[...] por 1878 había varios teatros chinos". Watt Stewart, La servidumbre china en el Perú, Lima, Mosca Azul Editores, 1976, p. 177.
(135) Rosales, op. cit., p. 249.
(136) Margarita Guerra Martiniére, La ocupación de Lima (1881-1883), t. II, Lima, Pontificia U. Católica del Perú, 1996, pp. 47, 52-53.
(137) LA, 3/3/1881.
(138) LA, 7/3/1881.
(139) LA, 1/4/1881.
(140) Alejandro Reyes Flores, "La Guerra del Pacífico: pasado y presente", en: Raúl Rivera Serna et al., op. cit., 1984, pp. 66-68.
(141) LA, se citó del Boletín de Sociedad de Agricultura de Santiago, 1/2/1881.
(142) S. López, op. cit., p. 99.
(143) "Juramento de los chinos", Ahumada, op. cit., t. IV, p. 407.
(144) Juan Uribe Echevarría, Canciones y poesías de la Guerra del Pacífico (1879), Santiago, Ed. Universitaria de Valparaíso, 1979, pp. 211-212; S. López, loc. cit.
(145) Arturo Benavides Santos, Seis años de vacaciones. Recuerdos de la Guerra del Pacífico. Chile contra Perú y Bolivia 1879-1884, Santiago, Ed. Francisco de Aguirre, 4a. Ed., 1988, p. 46.
(146) Entrevista realizada por Albina Sabater, "lquique Oriental", El Mercurio, 1/10/1989.
(147) Elsa Kam-Ching, "La colectividad china en Chile", tesis de licenciatura en Historia, U. de Chile, 1966, p. 58.
(148) VM, 20/1/1882. Véase también Julio Pinto Vallejo, "La Caldera del Desierto. Los trabajadores del guano y los inicios de la cuestión social", en: Proposiciones, Santiago, Chile, no. 19, julio de 1990, p. 127 y ss.
(149) Citado por Segall, op. cit., p. 117.
(150) Se trata del empresario chileno José Tomás Ramos Font, véase la obra de Juan Eduardo Vargas Cariola, José Tomás Ramos Font. Una fortuna chilena de siglo XIX, Santiago, Chile, Ed. U. Católica de Chile, 1988.
Diego L. Chou, Lic. en lenguas extranjeras; M.A. en relaciones internacionales; Dr. (c.) en Historia, Pontificia U. Católica de Chile. En la actualidad es consejero político de la embajada de la República de China (Taiwán) en Costa Rica.